'INVICTUS': Valientes y generosos
Actualizado:Todas las cosas que en este mundo nos hacen levantarnos del asiento y aplaudir tienen que ver con la valentía y el perdón. Con la fuerza y la delicadeza, la cabezonería y la razón. Con la gesta. Todas, de una manera u otra. El rugby tiene mucho de esto y, la historia, si se sabe buscar, también. Lo demuestra 'Invictus', la película que se estrena hoy como un himno a la inteligencia, la empatía, la belleza, la reconciliación y los cojones. Probablemente no haya mejor cóctel para beberse en la barra del bar del mundo un viernes por la tarde y tirarse después a la calle a abrazar, a darse palmadas en la espalda, a reír, y a jugar a hacer melés por las aceras, revolcándose con los amigos, soñando con volver a vagar por Capetown. A vivir de nuevo. De las buenas corridas de toros sale uno toreando; de las buenas películas, abrazando. O llorando. El que escribe, se ha 'jartao' con 'Invictus'.
¿De qué va? En 1995 pasó algo. Tuvo que ver con un hombre negro y una camiseta verde y oro. Si lo conocen, no merece la pena contárselo. Si no, compren la entrada y confíen en que fue así, tal y cómo se narra en la película. Sepan los cínicos que esto no es un cuento. Aunque ellos, si leyeran a Henley -«Desde la noche que sobre mí se cierne, negra como su abismo insondable, doy las gracias a los dioses que sean por mi alma inconquistable»-, no le creerían. De Mandela dirían que es un imbécil con suerte. Por eso los cínicos no deberían ir hoy al cine. Más. No debieran ir a ninguna parte en general.