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Ángeles a las puertas del infierno

PUERTO PRÍNCIPE. Actualizado: Guardar
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Un palomar, un gallinero, un perrillo, un pedazo de césped con dos plataneros, unas aulas con dibujos del pato Donald y el ratón Mickey... Un pequeño paraíso a las afueras de Puerto Príncipe, en el barrio de Claisirne 21. Pero en La Maison des Anges no se escuchan las risas y los lloros de los ochenta niños que habitan el orfanato: el terremoto afectó severamente sus instalaciones -aunque sólo tres de los menores resultaron levemente heridos- y los pequeños han sido trasladados a una casa cercana, propiedad del hermano de la dueña de este hogar de acogida.

«Los niños dormían en el salón, en las habitaciones, pero el temblor nos forzó a sacarlos al jardín. La Embajada suiza nos ha donado una gran tienda de campaña», dice Gladys Maximilien, responsable de la inclusa. Sobre el terreno pedregoso, un operario instala las varillas del que es el dormitorio de los críos, que toman su papilla de cereales.

Sentados, formalitos, es sus pequeñas sillas de plástico, los chavalillos esperan su turno de comida. Alguno, más lanzado, se acerca al forastero y lo agarra de la mano, lo abraza por las pantorrillas o hace un gesto para que lo coja en brazos: hay que ser muy duro para contener las emociones.

Entre esos mocosos fotocopiados -de entre 2 y 5 años- están Polycia, Daphekaina, Tania y Nickenson, los cuatro que esperan ser adoptados por familias catalanas. En 2007 España suspendió los procesos debido a la falta de garantías jurídicas. Pero ellos, así como otros tres pequeños a los que esperan en Murcia -y que han sido trasladados a Saint Pittsburgh (Pensilvania)- habían iniciado el proceso con anterioridad y están a la espera del anhelado visto bueno consular.

Una treintena de personas trabaja en este orfelinato privado. Hasta anteayer no recibieron ninguna ayuda. Fueron los propios suizos quienes ahora les proveen de agua, pero durante una semana han tenido que comprarla a precio de oro. Los niños, excepto algún catarro, se encuentran bien de salud.

Falta de pañales

«Algunas organizaciones vinieron a interesarse por nosotros, pero no volvimos saber de ellas», dice Mauline, asistente de la directora. «Empiezan a faltarnos pañales», reclama. La propia Madame Gladys nos muestra los desperfectos: los dormitorios están en pie, pero con grandes grietas y en su propia casa -adjunta al hospicio- varias paredes han caído al suelo. «Habrá que derribar y volver a construir -explica Maximilien-. Lo que no sé es de dónde vamos a conseguir dinero, necesitaremos ayuda. Hasta entonces, buscaremos una nuevo hogar donde poder albergarlos».

El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ha reiterado que la prioridad para los pequeños afectados por el terremoto debe ser su identificación y tratar de reunirnos con familiares, antes de considerar la hipótesis de adopción en otros países, después de que algunos gobiernos mencionaran la posibilidad de simplificar y acelerar los trámites de acogida temporal o permanente. El organismo, junto a entidades afines, tiene por prioridad proporcionarles alimentos y medicamentos de emergencia y «un refugio seguro».