Sociedad

Eastwood, las sombras del mito

Llega a España una polémica biografía que retrata al actor como un mujeriego irredento y un avaro sin piedad con sus enemigos

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Cumplirá 80 años el próximo 31 de mayo. Nadie discute su condición de último clásico del cine americano, pero hasta hace un par de décadas Clint Eastwood era poco más que una esfinge que ponía su pétrea jeta al servicio de policías fascistas armados con un Magnum 44. Ningún crítico movió un dedo cuando empezó a dirigir en los 70, sólo a partir de 'Bird' y, sobre todo, la oscarizada 'Sin perdón' cada nueva película suya es recibida como una obra maestra. Con los años, Eastwood se ha convertido en algo así como un tipo entrañable y sabio que rueda con absoluta libertad dentro del sistema de estudios. Nada trasciende de su vida privada, más allá de que fue alcalde de Carmel -el pueblo más bonito y pijo de la costa de California- y de que ama el jazz casi tanto como el cine.

Pero, ¿qué ocurriría si detrás del mito se esconde un diletante avaro y mujeriego hasta la náusea, que trata sin piedad a sus subordinados y vive obsesionado por conservarse joven hasta el fin de sus días? Una estrella multimillonaria que viaja en el avión de la Warner, jamás ha pagado en un restaurante y exigía cada año al estudio que enviase un pavo congelado a su madre. Un donjuán compulsivo que se ha acostado con miles de mujeres, tiene varios hijos extramatrimoniales a los que pasa pensión, ha dado a sus novias el papel de prostitutas en sus películas y anima a abortar a sus parejas. Un cineasta de culto que siempre da por buena la primera toma y nunca pone peros al guión.

Pocas veces una biografía se ha dedicado con tanto empeño a derrumbar un mito. Patrick McGilligan publica hoy en España un tomazo de 800 páginas (Ed. Lumen) que en Estados Unidos vio la luz en 2002. McGilligan no es un don nadie. Autor de exhaustivas y documentadas biografías de Jack Nicholson, Robert Altman, George Cukor y Fritz Lang, se enfrentó a 'Harry, el Sucio', que le demandó por 10 millones de dólares al considerar que el libro «faltaba a la verdad y dañaba su reputación». McGilligan presentó cientos de documentos y horas de grabación con decenas de entrevistados. Ambas partes llegaron a un acuerdo por el que se modificaban algunos párrafos en futuras ediciones, como la española.

«Me sorprendió descubrir cuánta gente odiaba a Clint Eastwood y no lo disimulaba», afirma el historiador, que se encontró con la antítesis de su leyenda y de la biografía autorizada escrita al dictado por Richard Schickel. «Contrariamente a su imagen de hombre decente y leal, ha dejado a su paso muchas amistades rotas y enemigos implacables». Cuesta encontrar al venerado autor de 'Un mundo perfecto' y 'Mystic River' en el hombre que compra a periodistas con viajes y entrevistas, persigue a los críticos que ponen mal sus películas y lleva tomando regularmente desde los 50 años una combinación de productos farmacéuticos 'sanalotodo' y vitaminas para conservarse.

Monitor de socorrismo

McGilligan establece que Eastwood empezó a fabricarse su personaje desde muy joven. En el instituto no le interesaban los deportes ni las clases de teatro, sino «los coches veloces y las mujeres fáciles», según reconoce el actor. Perdió la virginidad con 14 años y nunca acabó los estudios. Adoptó la pose de rebelde y supo explotar el físico fibroso que todavía le acompaña. Su trabajo como monitor de socorrismo en un cuartel militar le libró de ir a la Guerra de Corea. Los héroes del ejército que interpretará después «eran más una proyección de la fantasía o la consumación de un deseo no realizado», sostiene el escritor.

Su porte le sirvió para entrar en el cine de rebote. La serie 'Rawhide' anticipó la trilogía de 'spaguetti western' que le sirvió de tarjeta de presentación en Hollywood: 'Por un puñado de dólares', 'La muerte tenía un precio' y 'El bueno, el feo y el malo'. El propio Sergio Leone no tenía en demasiada estima las dotes interpretativas de Clint: «Se mueve como un sonámbulo entre explosiones, siempre es el mismo, un bloque de mármol. Robert de Niro es un actor; Clint Eastwood, una estrella».

Al frente de Malpaso, su productora-mafia cobijada bajo el paraguas de Warner, Eastwood ha sabido erigirse en un valor seguro en taquilla. Rápido y seguro rodando, sus filmes nunca arrasan en Estados Unidos pero siempre se amortizan en una Europa que le rinde pleitesía. Cuando el presidente francés Sarkozy le impuso la Legión de Honor el año pasado bromeó: «Hay una parte de usted que me molesta un poco. ¿Cómo lo hace para conservarse tan bien?».