La Cruz Roja accede a zonas devastadas lejos de la capital
En Léogâne, a 60 kilómetros de Puerto Príncipe, el 90% de los edificios fueron destruidos por el seísmo
PUERTO PRÍNCIPE. Actualizado: GuardarNo todo el dolor, la angustia y el horror causados por el terremoto se concentran en Puerto Príncipe. Otras ciudades también sufrieron serios daños aunque su tragedia se ha visto ensombrecida por la magnitud de la catástrofe en la capital haitiana. Una de ellas es Léogâne, a unas 60 kilómetros de la primera urbe occidental de la isla antillana. Hasta allí, y por primera vez, han podido llegar efectivos de la Cruz Roja para asistir a los damnificados por el seísmo.
«Trabajamos con las autoridades locales para montar puestos de primeros auxilios en Léogâne y otras ciudades afectadas», señala Philippe David, coordinador sanitario del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Haití. Léogâne, que tenía unos 134.000 habitantes antes del temblor, resultó «gravemente dañada y la gente allí necesita ayuda urgente», añade David. Según las evaluaciones de la oficina de coordinación humanitaria de la ONU, entre el 80% y el 90% de sus edificios resultaron destruidos.
Mientras, en Puerto Príncipe resulta difícil imaginar cómo han subsistido más de un millón de personas que lo han perdido todo, cuando en las abigarradas calles apenas se pueda encontrar a alguien vendiendo un plátano, aunque sea posible hacerse con una botella tamaño petaca de Barbancourt o una cajetilla de Comme il Faut, el ron y los cigarrillos locales.
Pero al tiempo que la ayuda humanitaria se distribuye con cuentagotas, otras misiones agotan sus últimos momentos, para desgracia de los que permanecen enterrados bajo toneladas de escombros. Comienzan a abandonar el país caribeño los equipos de rescatadores, a pesar de que el lunes aún fueron salvadas dos personas con vida en la universidad.
Con lágrimas en los ojos, equipos de bomberos dominicanos, panameños y franceses dejaban de madrugada, después de catorce horas de arduo trabajo, la búsqueda de posibles supervivientes en una sucursal bancaria, convertida en un «club sándwich», según el jefe de los bomberos locales. Tres perros habían marcado signos de vida entre las ruinas, y los aparatos de ultrasonidos captaron el latir de un corazón. Tras una tarea incansable con retroescavadoras, palas, fresadoras, cizallas y a mano, los equipos dieron por perdido el milagro. También los grupos españoles han empezado a preparar el petate.
Falta de coordinación
Pero, pese a que la situación ha mejorado de manera manifiesta, la ayuda se acumula en el aeropuerto de Haití sin forma de distribuirla o almacenarla por falta de coordinación, denunciaba la Organización Mundial de la Salud (OMS). «Tenemos que organizarnos mejor. Esto es un desafío. Sabemos que ha habido tensiones», dijo Jon Andrus, subdirector de la Organización Panamericana de Salud (OPS), filial de la OMS.
El secretario de Estado para Iberoamérica, Juan Pablo de Laiglesia, de visita en Puerto Príncipe, reconocía que no está llegando a la población toda la ayuda «con la abundancia con que lo hace al aeropuerto», debido a «la aglomeración de gente, la destrucción de las infraestructuras y falta de medios para atender y llegar a todos los damnificados. Hay todavía un problema de distribución que esperamos que se pueda resolver en los próximos días, porque está subiendo la tensión». Parte de la ayuda ha tenido que ser repartida por particulares durante toda esta semana.
Pero, pese a los episodios puntuales de violencia y saqueo, el comportamiento de la gente se puede calificar de ejemplar. No es temor, sino lástima, lo que provocan estos cientos de miles de almas perdidas en las calles de esta ciudad fantasma.