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El Sevilla sentencia con autoridad

Los hispalenses sentencian en Riazor ante un rival diezmado y agotado

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Tras dejar en la cuneta a una apisonadora como el Barça, construir el camino de las semifinales en Riazor fue tarea de niños para un Sevilla que recupera buenas sensaciones y siempre es temible en los torneos del K.O. Superó de cabo a rabo a un 'Depor' diezmado y agotado que milagrosamente lucha por un puesto en 'Champions' y superó en octavos a un Valencia castigado por marcharse del partido de vuelta antes de tiempo.

Lotina asumió las limitaciones de su Deportivo de antemano al recuperar el sistema de cinco defensas, un dibujo que le salvó en su primera temporada pero que supone una declaración de inferioridad indiscutible. Lógica quizá ante la envergadura del adversario y lesiones de los Guardado, Riki, Lassad o Mista pero una táctica conservadora.

Los hispalenses, que comienzan a recuperar efectivos, aceptaron la invitación al dominio pero se lo tomaron con calma, no fuera a ser que Bodipo les sorprendiera en algún contragolpe. El anodino choque lo animó un error de cálculo de Manu, el joven portero deportivista. El pase de Navas fue genial pero Negredo cabeceó a puerta vacía porque el portero se quedó a media salida.

La flojera de los gallegos permitió crecerse a Capel. El almeriense firmó una internada de las de antes pero su extraordinario pase al hueco lo lanzó al limbo Negredo. Y murió el primer acto tras un taconazo con caño incluido de Navas a Filipe y con un Deportivo incapaz de dar tres pases. Ni sus carrileros subían, ni sus centrocampistas dirigían, ni tampoco auxiliaban a Bodipo, peleado con el mundo.

Ni siquiera Valerón podía cambiar el panorama en la segunda mitad, un paseo triunfal para los de Nervión. Entró Perotti y fue un puñal que atravesó a Laure una y otra vez. Así llegó el 0-2, definido con un preciso cabezazo de Renato. La sentencia, obra de Navas, vino motivada por un error mayúsculo del portugués Ze Castro en la pugna con Negredo, delantero vallecano que indignó a la hinchada local tras rematar a gol con el portero tirado de dolor delante de sus narices. Un mal gesto de un buen delantero.