La tarea de sir Humphrey
La presidencia española de la UE terminará en seis meses, pero Herman Van Rompuy se quedará. Hay que esperar que sea capaz de impulsar la nueva Agenda de Lisboa
Actualizado:Unos 'hackers' dejaron en Navidad un regalo inesperado en la página web de la presidencia española de la UE, con la forma de la imagen de Mr. Bean sustituyendo a la de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero fue otra serie de comedia de la televisión británica, 'Yes, minister', la que me venía a la mente cuando Zapatero y Herman van Rompuy comparecieron juntos en Madrid hace poco más de una semana con motivo del lanzamiento oficial del liderazgo por turno de España de la UE. 'Yes, minister' se basa en la compleja y estrecha relación entre un ministro y los altos funcionarios de su departamento, encabezado por sir Humphrey Appleby. De una manera muy sutil, el ministro y sir Humphrey se meten en una lucha intrincada: el político contra el funcionario, el poder elegido contra el poder burocrático, la astucia contra la inteligencia. Al final, no se sabe quien controla a quién. Cuando al político se le ocurre un plan que no le gusta a sir Humphrey, el funcionario suele comentar «es un idea muy interesante, ministro», mientras es evidente que está pensando en mil maneras de hundirlo.
Es posible que algo semejante ocurriese el fin de semana en Madrid. Zapatero anunció la posibilidad de establecer sanciones contra los países miembros que no cumplan sus objetivos de crecimiento en la economía europea. Y como sir Humphrey, Van Rompuy opinó que se trataba de una propuesta muy ambiciosa.
Fue un momento ilustrativo por dos razones. Primera, porque puso de relieve la relación entre el presidente de turno y el presidente permanente. A Van Rompuy le llaman 'presidente', pero, en realidad, no ha sido elegido por nadie, al haber sido nombrado por los 27 jefes de Estado y de Gobierno del Consejo Europeo. Efectivamente, es un funcionario. Muy poderoso, pero un funcionarios sin mandato de los ciudadanos. Por otro lado, él se quedará mucho después de que se hayan ido la mayoría de los que le designaron. Los presidentes por turno vendrán y se marcharán, pero, como sir Humphrey, Van Rompuy se quedará. La suerte de cualquier propuesta de un presidente por turno dependerá, entre otras cosas, de que reciba el visto bueno de Van Rompuy y de que él decida promoverla o no. Como digo, la cita de Madrid fue la primera vez en que hemos visto la relación en acción. Pero no será la última.
La segunda razón tiene que ver con el futuro de la Agenda de Lisboa que pretende impulsar la economía europea y que dio lugar a los comentarios de Zapatero. Durante los próximos seis meses, la UE tendrá que renovar esa agenda. La primera, del año 2000, promovía una serie de reformas sobre las políticas de oferta de la economía europea, que incluían cambios en el mercado laboral, un aumento en el gasto destinado a investigación y desarrollo, más innovación y una mejor calidad en la educación. La intención era hacer de Europa 'la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo antes de 2010, capaz de un crecimiento económico duradero acompañado por una mejora cuantitativa y cualitativa del empleo y una mayor cohesión social'. Está claro que los resultados no han sido los que se esperaban. Pero el problema continúa y si no se registra una mejora en el rendimiento de la economía europea en los próximos diez años, ésta registrará un atraso aún mayor comparado con grandes competidores como China y Estados Unidos.
La pregunta clave sigue siendo cómo puede lograr Europa esa mejoría en el futuro. Van Rompuy ha convocado una cumbre especial en febrero en Bruselas para discutir del tema y éste fue el contexto en el que se pronunció José Luis Rodríguez Zapatero cuando sugirió que habrá sanciones para los Estados que no cumplan los objetivos de la próxima década. El ministro alemán de Economía, Rainer Brüderle, ya ha rechazado la propuesta del jefe del Gobierno español al interpretar que no es útil. Los franceses tampoco han manifestado entusiasmo por el concepto y de los británicos, mejor ni hablar, porque nunca quieren ceder más poderes a Bruselas. Con lo que parece que la idea de Zapatero era papel mojado desde el principio; en realidad, los precedentes tampoco son alentadores. Por ejemplo, y en teoría, hay provisiones en el Pacto de Crecimiento y Estabilidad para la zona euro a fin de imponer un límite al déficit presupuestario. En la práctica, muchos países (incluyendo España) las ignoran casi con impunidad. Lo más importante ahora será el debate que afrontarán en febrero los jefes de Estado y de Gobierno. Tienen que producir un plan mejor que el suscribieron hace diez años. Muchas de las reformas exigidas por la primera Agenda de Lisboa fueron complicadas y pocos populares. Como consecuencia, incluso durante un periodo de crecimiento y prosperidad sin precedentes, no se cumplieron: los políticos preferían optar para la cautela y la ambigüedad. Es probable que los próximos diez años sean económicamente más duros, pero las reformas de Lisboa II no pueden demorarse. Su éxito tiene que ser una prioridad. En seis meses, la presidencia española se acabará, pero Herman Van Rompuy se quedará. Hay que esperar que el sir Humphrey europeo tenga la habilidad de dar a la Agenda de Lisboa el impulso necesario.