Fotograma de 'La cinta blanca', última película de Michael Haneke. :: R. C.
Sociedad

El miedo cotidiano

El director austriaco vuelve a profundizar en la violencia de las relaciones humanas en su última película, una pieza más de su inquietante filmografía Michael Haneke disecciona en 'La cinta blanca' el origen del nazismo

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MADRID.Cuando el terror se agazapa tras las sombras de una sociedad fría y convencional, hastillada y hastiada, y penetra calándonos hasta los huesos, como un buen temporal, conocemos la verdadera dimensión del miedo. Ése que, de nuevo, volveremos a vivir con el estreno de 'La cinta blanca', la última película del director austriaco Michael Haneke, que ayer competía por añadir a sus premios un Globo de Oro.

Rodada íntegramente en blanco y negro, su trama ahonda de nuevo en la violencia de las relaciones humanas para, esta vez, diseccionar brutalmente los orígenes del nazismo en un pueblo alemán.

Acostumbrado a sacarnos de nuestras convenciones cinematográficas para situarnos en encrucijadas incómodas y convencido de que «hablamos mucho, pero no comunicamos nada», su discurso fragmentado logra abordar los temas con una sinceridad abrumadora.

En sus propias palabras: «Sólo con la suma de pequeños fragmentos el espectador tiene la posibilidad de elegir, de trabajar con su propia experiencia. Es decir, hay que provocar en el espectador que su maquinaria intelectual y emocional se pongan a trabajar».

Desmitificar el cine como una realidad totalitaria en la que todo se conoce de antemano es uno de sus grandes objetivos, de sobra conseguido, ya que sus películas no nos contestan a todos nuestros porqués, jugando con el horror a la incertidumbre que padecemos en nuestra vida.

Fragmentada, su filmografía selecta nos servirá para trazar un mapa de la mutilación de la ingenuidad, aquella que hace que abramos los ojos ante esa ceguera burguesa que nos ayuda a soportar la cotidianeidad de una sociedad depredadora.

Trilogía de la comunicación

'Séptimo continente' (1989), 'El vídeo de Benny' (1992) y '71 fragmentos de una cronología del azar' (1994) son los tres filmes que configuran una trilogía que ahonda en la comunicación vacía, algo que siempre le ha marcado e intenta transmitir en su obra.

La fuerza del gesto de un suicidio, el mundo visto a través de los medios de comunicación y la violencia en una sociedad moderna son los temas centrales de cada una de estas películas. La violencia no aparece en ellas como un consumible, lo que hace que nos cueste más digerirla y que, por ende, nos rebelemos contra ella: «Ocurre lo mismo con la forma en que percibimos la belleza, se aprecia más cuando tratamos de ocultarla», comentaba en la entrevista que en su día le hizo Serge Toubiana.

De este modo, el asesinato perpetrado por un niño al que asistimos como espectadores en 'El vídeo de Benny' resulta tan escalofriante porque no se ve en detalle. Se escucha, lo sentimos, pero en su mayor parte sucede fuera del enfoque de esa cámara que suaviza la realidad: lo que vemos a través de ella parece que sucede en menor medida, es esa sangre de las noticias que no nos salpica y que, en contadas ocasiones, nos hace acreedores de una carga que sentimos como nuestra.

La culpabilidad es, por supuesto, otro de los temas protagonistas en Haneke, a excepción de 'Funny Games' (1997 y 2007). Ser culpable y que se vea claro es la situación comprometida a la que nos enfrenta cuando el hecho que nos convierte en ello es ambiguo. Nunca está claro el motivo, pero sí está muy presente el autocastigo y la culpabilidad pública, de nuevo una encrucijada que nos hace cuestionarnos nuestros principios más introvertidos. La propia conciencia, como reflejará años más tarde en 'Caché' (Escondido) (2005), puede convertirse en el peor enemigo de una vida que, hasta entonces, nos resultaba cómoda.

El hombre depredador

La representación de la violencia en el cine vino de la mano de 'Funny Games', donde dos jóvenes acomodados desean experimentar el placer de matar. El hombre como depredador es un tema que aparecerá de nuevo en 'El tiempo del lobo' (2003).

Convertido en jauría por una crisis de autoabastecimiento brutal, los humanos más feroces son aquellos que han perdido el anhelo de un mundo mejor, de un mundo que conocieron y se ha evaporado, abriendo una brecha en esa tierra yerma que les ha secado las normas de convivencia que prevalecieron alguna vez en una sociedad ahora devastada.

La vuelta a esa sociedad en la que conocemos nuestros límites es la mejor salida. Es ella la que nos marca unos muros invisibles que Haneke trazó en 'Código desconocido' (2000). Unas paredes que nos separan de todos los demás con los que compartimos un mismo discurrir, pero de los que nos distancia nuestro billete de viaje: posición económica, raza, lengua... El problema es que a veces se corre el riesgo de quedarse aislado, como le sucede a Isabelle Huppert en 'La pianista' (2001).

La desalentadora trayectoria de la vida de una profesora le sirve al director para arrojarnos a la cara la dureza de una inadaptación irremediable que castra la posibilidad de llevar, alguna vez, una vida normal. Una auto-depredación inevitable que consume a aquel que la padece y que, como toda la filmografía de Haneke, nos deja con el peso del mundo apostado sobre nuestra consciencia.