Ya basta de estupideces
Actualizado: GuardarEn la España del régimen zapaterista no pasa un solo día sin que tengamos que asistir a un cúmulo de sandeces como probablemente no se han dicho nunca en nuestra historia. En estos últimos días las más recurrentes son las de los nacionalistas catalanes, y las de los que les imitan, como hacen los socialistas, catalanes y no catalanes, que se creen en posesión de la verdad democrática, olvidando la hipocresía y el cinismo de decir una cosa y hacer la contraria. Como acaba de hacer Felipe González criticando al Tribunal Constitucional por meterse a juzgar el desvarío del Estatuto de Cataluña, como es su obligación, cuando fue él precisamente el que politizó a la Justicia en 1985 matando a Montesquieu, o sea, minando su independencia, como apostrofó con chulería su segundo, Alfonso Guerra.
En cuanto está en juego el poder, a los socialistas se les ve el plumero antidemocrático. Siempre ha sido así, pero para que no lo parezca cacarean más que ningún gallo su presunto ardor democrático, aunque sea en contra de todos los cánones de la democracia, como lo de la independencia del poder judicial. O lo del transfuguismo, como acaban de hacer en Benidorm para quitarle la alcaldía al PP haciendo un paripé ridículo con oportunistas como la madre de Pajín, que ahora el cara-de-plomo Chaves, que niega la evidencia de sus nepotismos con su hija y demás parientes y sectarios, va a «santificar» como vicepresidente de Política Territorial. ¡Vaya desastre de política que consiste en impulsar las taifas de la protohistoria!
Pero la desfachatez con la ciudadanía llega al punto de pedir que se traduzcan en el Senado todas las intervenciones nacionalistas de catalanes, vascos y gallegos al español, a pesar de los costes extraordinarios que ello representa, y para pésimo ejemplo en plena supercrisis, y a pesar de que el castellano está consagrado en la Constitución como el idioma común de todos los españoles. Todo ello en base a un derecho identitario, pero olvidando obscenamente el derecho a una administración decente, económica y con sentido común que tenemos los contribuyentes que soportamos con nuestros impuestos a esta casta de políticos profesionales pero no para que derrochen nuestro dinero en estupideces continuas, sino para que hagan algo útil para toda la nación. ¿No basta ya que tengamos un parque de vehículos oficiales mayor que el del país más rico como es Estados Unidos, que tiene seis veces más de población que nosotros, y que nuestra proporción de funcionarios sea récord mundial de la improductividad, y eso a pesar de ostentar el récord occidental de paro? ¿O que nuestros políticos tengan una gabelas, es decir, chollos, de acumulación de sueldos y pensiones de jubilación que ya las quisieran para sí la corte de Obama, o nuestros privilegiados controladores aéreos?
¿O es que hemos convertido a nuestra enclenque democracia en la patente de corso de todos los piratas de la política para dedicarse a la impunidad depilfarradora y mentirosa, olvidando algo tan elemental que se llama ética pública? Porque aquí se está haciendo bueno ya hasta Al Capone con estas actitudes que seguimos tolerando como borregos, eso sí, en la Champions League, según Zapatero.