Los huérfanos sonámbulos de Puerto Príncipe
Niños desamparados deambulan por la calles de una ciudad fantasma mientras suplican comida asustados por las réplicas del seísmo
PUERTO PRÍNCIPE.Actualizado:Winnie Tilin es un bebé de dieciséis meses. Benciana, una niña de tres años... Supervivientes y víctimas al mismo tiempo. Huérfanos sonámbulos en un Haití sin orden ni concierto. En medio del caos. Del pillaje. De las bandas. Vagabundos del horror. Redjeson, de dos años, salvado milagrosamente por bomberos de Castilla y León desplazados al país caribeño en su bautismo internacional con la muerte. Y así hasta dos millones son los niños y niñas que se han visto afectados por la catástrofe, según informan las ONG que ya trabajan en la parte occidental de la isla La Española.
«Muchos menores empiezan a congregarse en espacios abiertos, levantando refugios provisionales. Tienen un especial temor a instalarse cerca de los edificios ya que se siguen produciendo réplicas importantes», asegura un miembro de Save the Children en la capital haitiana.
Una situación de emergencia a la que hay que sumar los nacimientos que, en lo que queda de algunos hospitales o improvisadas tiendas en Puerto Príncipe, comienzan a sucederse entre la mayor de las indigencias y la peor de las condiciones de salubridad.
Antes del terremoto, en Haití morían sesenta bebés por cada mil nacimientos. Pero aunque la vida es imparable, incluso en medio del apocalipsis, la vida vuelve a brotar.
«Save the Children empezará a establecer zonas seguras para los niños y niñas en los campamentos y también comenzaremos con nuestros programas de reunificación familiar para reunir a los menores que fueron separados de sus familias durante la emergencia», añade uno de los cincuenta encargados de la ONG de mejorar la calidad de vida de los niños haitianos.
Se necesitan once millones
Unicef, por su parte, calcula que necesitará unos once millones de euros para asistir a los pequeños haitianos con el fin de proporcionarles agua potable, saneamientos, alimentos, atención sanitaria y para intentar que comiencen una cierta vida escolar.
Pero al drama de los niños de Haití también hay que sumar el de las familias en el extranjero que esperaban cumplimentar sus últimos trámites para concluir el arduo proceso de adopción. En Cataluña, por ejemplo, se encontraban cuatro núcleos familiares en esta situación.
Los niños deambulan por el centro de Puerto Príncipe. Como todos. De un lado a otro, buscando comida, ayuda... Piden auxilio, agua, «food» (comida). A diferencia de los adultos -muchos llevan mascarillas para protegerse del hedor que desprenden los cadáveres en descomposición- los más pequeños apenas se muestran cuidadosos en ese aspecto de salubridad. No tienen conciencia de que tras el terremoto las enfermedades están ahora al acecho, como buitres implacables en busca de carroña. El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, ha hecho un llamamiento a las familias de la autonomía interesadas para que se ofrezcan a acoger de forma temporal a menores que se hayan quedado huérfanos tras la catástrofe.
Ni letrinas, ni lugares para cocinar, ni apenas tiendas para refugiarse. Nada de nada. Los niños -huérfanos, reagrupados en familias conocidas o acogidos por alguien que pasaba por allí- son los grandes damnificados de la mayor tragedia ocurrida en el país más pobre del hemisferio occidental.