El café se reprodujo basándose en los textos de Larra. :: A. V.
CÁDIZ

Juan y Medio y un tal José Bonaparte

Unas 13.000 personas han visitado la exposición sobre el paso del sistema absolutista al constitucionalEste fin de semana es el último para ver la muestra 'Ciudadanos. El nacimiento de la política en España'

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El profesor les reúne justo a la entrada de la exposición, para darles dos o tres apuntes de lo que se van a encontrar. Son poco más de una docena. Han venido a ver la exposición 'Ciudadanos. El nacimiento de la política en España' en el Museo de Cádiz (plaza de Mina) que desgaja la Historia de España entre 1808 y 1868, con el especial protagonismo de Cádiz y la Constitución que vio la luz en 1812.

Tres o cuatro de los estudiantes escuchan. El resto habla del próximo examen o bosteza o se frota los ojos (en la adolescencia, está claro, se duermen más horas que en la edad adulta). «¿Y quién era el Rey entonces?», pregunta el profesor. «Felipe», se oye al fondo. «Juan Carlos», propone otra voz. El maestro niega con la cabeza y dice mostrando un retrato de José Bonaparte: «Ese hombre de enfrente», dice mostrando un retrato de José Bonaparte. «¿Y le debíamos obediencia aquí en Cádiz?», prosigue el maestro. «No», dice muy segura una chica de sudadera azul y flequillo sobre la mirada.

El recorrido de 'Ciudadanos' constituye, desde luego, una clase de 2º de Bachillerato completa. La muestra está planificada de una manera bastante didáctica, aunque hasta cierto punto porque abundan los textos amplios y los cronogramas plagados de nombres. Al menos visualmente, es atractivo.

Por allí están los retratos de varios de los diputados que participaron en la elaboración de la Constitución de 1812 y personajes que luego adquirirían notoriedad: un joven José Mexia Lequerica (precursor de la independencia de Ecuador), Agustín Argüelles (gran orador y posterior preceptor de la Reina Isabel II) y Juan de Dios Álvarez Mendizábal, un chiclanero al que sus paisanos gaditanos bautizaron como 'Juan y Medio' por su elevada estatura y que fue el ministro que llevó a cabo la principal desamortización de los bienes de la Iglesia.

Hay todo un apartado dedicado a la prensa de la época. Periódicos como La Abeja, El Imparcial, El Vapor, pero sobre todo, El Conciso. Las vitrinas exhiben algunos de los ejemplares y hasta elementos de una linotipia.

Justo más allá de la sección de las publicaciones, se ofrece un pequeño homenaje a las mujeres que, ya sea desde la retaguardia o el frente de batalla, contribuyeron a la expulsión de los franceses cuando Cádiz era el último reducto de España. Es obligado detenerse ante el retrato de Agustina de Aragón, que participó en el sitio de Zaragoza y peleó contra los de Napoleón en varios puntos de la Península. También en el de María de la Consolación de Azlor y Villavicencio, condesa de Bureta, que tras luchar contra el invasor francés se refugió en Cádiz. Y cómo no, doña Frasquita Larrea, madre de Cecilia Böhl de Faber, conocida escritora que publicaba con el seudónimo de Fernán Caballero y que en 1811, durante el asedio organizó la Sociedad Patriótica de Damas, que ayudaba en la retaguardia a los heridos.

A unos pocos pasos está el rincón donde se rinde homenaje a Mariana Pineda junto a la reproducción de la bandera por la que fue condenada a garrote vil la heroína liberal. En una pequeña urna de cristal está la llave de la celda donde fue encerrada la joven granadina, con cuya condena se quiso dar una advertencia a todas las mujeres para que no se mezclaran en los asuntos políticos del Reino. La ironía fue que la orden de su ejecución la firmó Fernando VII, el mismo por el que Cádiz se batió el cobre («Cádiz, fiel a los principios que ha jurado, no reconoce otro rey que Fernando VII»). El mismo en cuyo nombre lucharon los liberales del Doce. Y no fue esa la única muerte con la que cargó a sus espaldas 'el Deseado'. Por luchar contra él y su poder absoluto fue condenado a muerte y fusilado el general Torrijos. La exposición, precisamente, analiza este episodio de la historia de España a través del cuadro pintado en 1888 por Antonio Gisbert. Aunque la obra no está allí físicamente, puede contemplarse en una de las siete pantallas táctiles colocadas estratégicamente por toda la sala.

Aparte de los estudiantes y de un par de parejas que pasean por la sala, no hay mucha gente este viernes en la muestra, aunque las cifras hablan de que el público la ha respaldado con su presencia. Desde el 22 de octubre al 9 de enero, ha recibido a 12.720 personas. Falta por contar la semana pasada y, sobre todo, este sábado y domingo, cuando se prevé que la visite más gente porque ya se clausura mañana.

Uno de los que decidió acercarse ayer era Antonio Martínez Cordero, aunque en realidad es la quinta vez que viene. Está parado frente al mural de Pineda, leyendo el emotivo llamamiento de sus hijos. Este gaditano, de 78 años, que nunca ha pisado un estadio de fútbol, es un apasionado de la historia. En su opinión, la muestra está bien montada, pero echa de menos una pieza fundamental: la Constitución de Bayona de 1808, antecesora de la de Cádiz y que le sirvió de base.

Sí están todas las demás -un ejemplar de cada una- así como la documentación electoral que muestra el paso del sufragio censitario al universal y una urna electoral de los años 30 del Museo de las Cortes de Cádiz.

No es el único objeto curioso relacionado con la historia constitucional de España. También destaca una escribanía de plata que se usó para firmar la Constitución. A falta de que aparezca la tan traída y llevada mesa sobre la que se firmó el texto, es el objeto fetiche para los amantes y estudiosos de La Pepa. También se reproduce un café de la época, a partir de las descripciones hechas por Mariano José de Larra.

Para reunir estas 200 piezas, los comisarios de la muestra -Emilio La Parra y María José Millán- han tenido que contar con la colaboración de varios museos e instituciones. Además del mencionado de Cádiz, la Diputación, el Museo del Ejército, la Biblioteca Nacional, la Academia de Historia, el Museo de Historia de Madrid, la Fundación Lázaro Galdiano, el Congreso y el Senado, por citar unos cuantos. La organización ha corrido a cargo del Consorcio para la Conmemoración del Doce, de la Fundación Pablo Iglesias y de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y tras su clausura seguirá su camino. Su próxima parada, el espacio Conde Duque, en Madrid.