Sherlock Holmes pasa a la acción
Guy Ritchie quita las polillas al sabueso de Baker Street en una aventura basada en el carisma canalla de Robert Downey Jr.
MADRID. EL Actualizado: Guardarnombre de Sherlock Holmes proporciona a nuestro subconsciente colectivo una imagen nítida. Un tipo vestido con abrigo de tweed, capelina y gorra de cazador con orejeras, que pipa en ristre husmea una pista y suelta imperturbable una deducción al aire. El prototipo de inglés flemático, asociado para siempre al actor británico Basil Rathbone, que protagonizó catorce películas sobre el detective creado por Arthur Conan Doyle en 1891. El pobre quedó encasillado para siempre, y no porque fuera un intérprete eminente, sino porque su rostro era clavadito al de los grabados de Sidney Paget, que ilustraban las aventuras de Holmes en la revista 'Strand Magazine'.
¿Cómo poner al día un icono sumido en un mar de tópicos, ausentes para más inri en las novelas originales? Warner se arriesgó al confiar la resurrección del héroe a Guy Ritchie, que tras unos inicios prometedores hundió su carrera casándose con Madonna. El divorcio le ha sentado muy bien al autor de la infame 'Barridos por la marea', que con los 77 millones de euros de la cantante en su cuenta corriente ha afrontado con nuevos bríos su profesión. El arranque de 'Sherlock Holmes' -un alocado 'travelling' por las calles del Londres victoriano- hace temer lo peor. ¿Qué pinta el autor de nerviosos y efectistas 'thrillers' postmodernos en una historia de época?
Por fortuna, el filme que llega mañana a nuestros cines no resulta tan alocado ni humorístico como su tráiler promete. Tampoco se entendería sin la presencia de Robert Downey Jr, el primer sorprendido de que los estudios se rindan a sus pies tras dotar de ironía a su 'Iron man' y arrasar en taquilla. El gran Billy Wilder ya mostró al sabueso de Conan Doyle como un amargado pelín misógino y drogadicto en 'La vida privada de Sherlock Holmes'. Y de adicciones, nadie sabe más que el protagonista de Chaplin, al que su padre le inició de niño en la marihuana para seguir después con la heroína, la cocaína y el crack. Lleva limpio desde hace seis años, pero en los noventa pasaba más tiempo en comisarías y clínicas de desintoxicación que en los platós.
Visceral y pendenciero
Su Holmes nunca dice «elemental, querido Watson», según Ritchie porque tampoco lo decía en los libros. Muestra un carácter depresivo y obsesivo que le lleva a estar recluido durante días en su habitación. Es sarcástico, visceral y pendenciero. A veces desciende a los bajos fondos para partirse la cara con algún rufián por una suerte de impulso masoquista. Al parecer, Conan Doyle menciona un estilo de artes marciales en una novela del personaje, el 'bartitsu'. Y por eso el protagonista lucha con la contundencia de un Van Damme de extrarradio. Su poder de deducción es tal que anticipa las consecuencias de los golpes que propina. Las secuencias de lucha, coreografiadas a cámara lenta, despertarán aplausos en la platea y harán removerse al escritor en su tumba.
El célebre inquilino del 221B de Baker Street posee dotes intelectuales e investigadoras casi sobrenaturales, pero también parece de vuelta de todo. Se burla de la Policía y desprecia a la autoridad. Vive aventuras tan peligrosas como las de 007, aunque a diferencia de éste no haga ni caso a las mujeres que le persiguen. Vive con Watson (Jude Law), que está a punto de abandonarle porque va a contraer matrimonio. El afecto que le profesa parece demasiado intenso. Le insiste para que no se case y se muestra cruel con su prometida.
Si Holmes es un hombre de acción, Watson no le anda a la zaga y aparece como un veterano de guerra recién llegado de Afganistán. «Hemos intentado devolverle a su origen; esencialmente, era un personaje más visceral», ha declarado Guy Ritchie. «Watson ha sido representado en ocasiones como alguien tonto y torpe, frente a la altiva genialidad de Holmes. Yo quería un Watson bien parecido, no un subalterno, sino en relación de igual a igual con Holmes. Creo que así lo deseaba Conan Doyle».
«Hay algo enternecedor en dos buenos amigos que mantienen una buena discusión. Creo que hemos logrado algo así entre Robert y Jude, funcionan de maravilla», se congratula el director. La química entre ambos actores traspasa la pantalla. Sus pullas consiguen la sonrisa cómplice y aligeran una trama a lo 'Código da Vinci', donde el carismático villano de turno (Mark Strong) lidera una secta que rinde culto al diablo y extiende sus tentáculos entre los poderosos para reverdecer el esplendor del Imperio británico.
El resultado final es que 'Sherlock Holmes' entretiene aunque no apasiona. Recrea digitalmente un verosímil Londres, que huele a la mugre de Oliver Twist y saca partido a reconocibles escenarios como el Parlamento y el Puente de Londres.