DESPEDIDAS
Actualizado:Nunca ha habido más gente despidiéndose de sus compañeros de trabajo. Por la sencilla razón, difícil de comprender para ellos, de que jamás ha habido menos trabajo. En tiempos no muy lejanos lo normal era quejarse por desempeñar un empleo mal pagado, pero ahora lo común son las lamentaciones porque no haya nadie dispuesto a pagar un empleo. A los llamados 'mileuristas' se les miraba con cierta conmiseración, pero ahora se les considera como a unos privilegiados y muchos patrones no los miran de ninguna manera, ya que no pueden ni verlos. Eso de tener un trabajo fijo cada vez se lleva menos y el único negocio con futuro es la venta de pañuelos para decir adiós. Ya casi no quedan más que las gaviotas, que según Ramón Gómez de la Serna son pañuelos disfrazados para despedir a los pasajeros de los barcos que se van. Se mire donde se mire hay alguien que se está marchando y no precisamente porque tenga ganas de irse, sino porque le echan. La Caixa, que es una de las grandes entidades financieras españolas, trama la venta de su red de más de 5.000 oficinas. ¿Qué puede hacer con quienes las habitaban? Por su parte, la Seat piensa desprenderse de unos 300 empleados y sustituirlos por la mitad. Hasta en la diócesis de San Sebastián, con la llegada del obispo Munilla, se ha reducido personal.
La morosidad para la compra de vivienda se ha elevado al tres por ciento. Es comprensible. ¿Dónde se va a meter la gente a la que no ponen en la calle? Lo más sensato es que siga en ella, a pesar del frío que hace. Quienes saben de economía, que son los que antes lo ignoraban todo y nos llevaron al desastre, dicen que España tardará una década en volver al nivel de paro previo a la crisis.
Quizá sea demasiado tiempo para permanecer a la intemperie.