SOBREVIVIR

Lo importante no es morirse, sino lo que estaba haciendo uno en el momento de morirse. A esa conclusión (más o menos) llega Paloma Josse, la resabiada y suicida niña de 'El erizo', esa encantadora película francesa, basada en la exitosa novela 'La elegancia del erizo'. Lo que Paloma quiere decir, imagino, es que, ya que la vida va a terminar sí o sí, porque de la muerte no se libra nadie, lo mejor será hacer de ella (de la vida) algo realmente interesante, algo que de verdad merezca la pena. Así, en el momento en que te encuentre la muerte, al menos podrás decir aquello de 'que me quiten lo bailao' o eso otro de 'confieso que he vivido'.

No sé si Cayetana de Alba ha visto 'El erizo'. Imagino que sí, porque tiene fama de cinéfila. Lo que está claro es que ella sigue fielmente esa filosofía. La duquesa ha decidido morir viva. Viva y viajando, pues ha comprendido que, de venir la parca a visitarte, mejor que te pille contemplando en éxtasis un vibrante amanecer en Luxor, en brazos de un 'chevalier servant', que muerta de aburrimiento frente al televisor y envuelta en una mantita. Esto de abrirse a la vida y hacer de ella algo intenso y bello hasta el último suspiro (a veces no es necesario moverse del sitio, basta con un profundo viaje interior) es, desde luego, un consejo fabuloso y fascinante... Pero tremendamente burgués.

Los que vivimos en esta privilegiada orilla del mundo, que de puro no saber qué hacer con nuestra vida regalada (será por eso) necesitamos hasta manual de instrucciones para saber cómo usarla, olvidamos a menudo que existen lugares tremebundos, condenados al caos, a la miseria y a todo tipo de catástrofes naturales, pues lo natural allí es la catástrofe, donde la mayoría de la gente llega al final de su vida sin haber tenido nunca la oportunidad de decidir qué hacer con ella. Sitios como Haití, donde a un montón de personas la muerte les sorprendió ayer haciendo una sola cosa: intentar sobrevivir.