:: TEXTO: ISABEL F. BARDILLO :: FOTOGRAFÍA: VANDERLEI ALMEIDA/AFP
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Arde Río de Janeiro

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No queda opción. Las altas temperaturas que registra Río de Janeiro obligan a tomar medidas contra los golpes de calor. Lejos de quedarse en casa, como mandan en Europa las autoridades sanitarias, los nativos, sabios en tradiciones, conocen los recursos para sortear las adversidades climatológicas. Los brasileños soportan más de 40º C pero, debido al fuerte viento, el efecto en el cuerpo sube otros diez más en la escala de Celsius. Los cariocas se han lanzado en masa a las playas de Copacabana e Ipanema para capear este pesado arranque del verano austral -muchos de ellos inician ahora sus vacaciones estivales-, pero los que deciden subir al morro de ese cerro llamado Corcovado, a 713 metros de altitud, sobreviven como pueden. A las faldas de la montaña, en la ruta turística que asciende hasta el célebre monumento del Cristo Redentor, vertiginosas cascadas de agua dulce pueden evitar bajadas de tensión o, como muestra la fotografía, llegar a taladrar el cráneo y hasta el cuerpo. Un buen remojón que agradecen todos los que visitan la cueva, a juzgar por las expresiones de los bañistas, excepto la del que permanece bajo la presión de las estalactitas acuosas, inmerso en flagrante meditación.

Ante estos días inabordables, las autoridades sanitarias brasileñas también han dado la voz de alerta. El director del Hospital Copa D'Or de Río, Carlos Moraes, describe perfectamente la sensación y prescribe sus recetas. «Es como si estuviéramos en un sauna. Para compensar el calor, el cuerpo transpira. Eso provoca una pérdida de sodio y potasio. Lo ideal es beber agua de coco y bebidas isotónicas».

Los visitantes son devotos del Cristo Redentor, una de las siete maravillas del mundo moderno con sus treinta metros de altura más los ocho de su pedestal, con la que los brasileños conmemoraron el centenario de su independencia (1922). Diez años le costó al escultor francés Paul Landowski acabar el trabajo diseñado por el artista plástico Carlos Oswald. Mil toneladas de hormigón armado que abrazan la ciudad del carnaval por todos sus costados. Algo parecido al gigantesco Cristo del Otero que Victorio Macho construyó en 1931 en Palencia y que encabeza la lista de los cristos más altos de Europa.