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Deportes/Motor

Alonso, un kamikaze cuesta abajo

El piloto español acompañó a Felipe Massa, Giancarlo Fisichella y el clan Ferrari por los Dolomitas El asturiano se lanzó por la ladera suiza para aprender a esquiar

J. CARLOS CARABIAS
MADONNA DI CAMPIGLIO.Actualizado:

El conductor del vehículo oruga que arrastra a la comitiva con sus ruedas-cadena apremia a los esquiadores, que unidos por una maroma en el refugio de Cascina Zeledria, se disponen a partir después de comer ravioli rellenos de espinacas, un excelente queso parmesano, agua con gas y un capuccino. Al frente del pelotón, los dos pilotos de Ferrari, Alonso y Massa, apremian a su vez a Giancarlo Fisichella, que se ha despistado. 'Fisico, andiamo', suelta el español, metido de lleno en su papel de hombre Ferrari, terno rojo, de punta en blanco por la montaña. Pasadas las dos de la tarde, el grupo escala los Dolomitas sujetos por una cuerda que junta a pilotos, ingenieros, directivos y demás personal del 'Cavallino rampante'.

«No estrés, no prisas, no entrevistas. Calma. Relájense y disfruten de la nieve», recomienda uno de los asesores de comunicación de la empresa italiana. Ferrari pone instructores de esquí para los novatos, desplaza autobuses para almuerzos y cenas, busca emplazamientos singulares, de postal, para cada cita con pilotos, prensa o clientes. En esta especie de oasis, en el corazón de las imponentes montañas de los Dolomitas, rodeado de coníferas y habitante de un pueblo con la estética del mejor diseñador italiano, el propio Alonso da rienda suelta a otra de sus aficiones, el esquí.

Al frente del grupo que se pierde en el bosque nevado, el asturiano se muestra ducho con los esquíes, pero sin sutilezas. Todo lo que aprendió en este deporte tan particular, que requiere técnica, práctica y paciencia, fue producto de una tarde de aburrimiento en la localidad suiza donde vive.

Deportista nato

En Suiza jugaba al fútbol con un equipo de Tercera división, el Pranguins. Y tanto allí como en su Asturias natal, Fernando Alonso saca tiempo de donde sea para sudar en su afición favorita, el ciclismo, largos paseos en bicicleta, velocidad superior a veinte por hora, arrancada en los repechos, dificultad en los porcentajes de las cuestas. Y una tarde se marchó a las montañas suizas con un equipo de esquí que le habían regalado. Sin instructor y con cuatro recomendaciones básicas de un amigo, se lanzó por una ladera a ver qué pasaba. El resultado fue que salió a relucir su instinto de supervivencia y su carácter competitivo para cualquier deporte. El perfil kamikaze. Un par de caídas y poco más. Ninguna lesión en el parte médico. El día se prolongó más de lo previsto y, como a tanta gente sucede con el esquí, el apego fue más fuerte que el odio. Le cogió gusto a la nieve y se enganchó a este mundo.

Ayer tiraba de la soga Ferrari con las nociones que se inoculó aquella tarde en Suiza. Por una de esas premisas no escritas en el universo Ferrari, no se puede pilotar para esta escudería sin calzar un buen nivel en el esquí. Michael Schumacher llegó con la lección aprendida. Alemania es sinónimo de nieve. Lo mismo que Finlandia y Kimi Raikkonen. Felipe Massa tuvo que dar clases cuando fichó. En su Brasil natal ni siquiera había visto el color de la nieve. Fernando Alonso, el autodidacta, penetró ayer un poco más en el tejido social de su nueva empresa.