La guardiana de Ana Frank
Muere a los 100 años Miep Gies, la mujer que conservó el diario de la niña judía cuando la detuvieron los nazis
Actualizado: GuardarMiep Gies trató de hacer la vida un poco más soportable a Ana Frank y su familia cuando se escondieron de los nazis en la parte superior de una casa trasera de Amsterdam, no muy lejos del barrio en el que vivió Rembrandt. Gies les conocía bien. Al llegar de Viena a la capital holandesa, huyendo del hambre que había dejado la Primera Guerra Mundial, el padre de Ana le dio trabajo en su negocio de especias. La austriaca, que murió el lunes a los 100 años, supo agradecérselo. Junto a otras personas, suministró a los Frank la comida suficiente, además de libros, para alimentar la esperanza de la supervivencia.
No pudo ser del todo. El escondite fue descubierto por las SS en 1942 y la familia fue deportada a los campos de exterminio. Sólo el padre de Ana, Otto Frank, pudo regresar de ellos. Su madre murió de inanición y ella y su hermana, de tifus. No obstante, la experiencia de Ana en la casa, durante dos años, la saben millones de personas gracias a su 'Diario', salvado por Miep Gies y entregado luego a Otto Frank, que lo publicó en 1947.
La austríaca representa a todos los que arriesgaron su vida para ayudar a los judíos perseguidos durante las ocupaciones nazis por una simple cuestión de humanidad. Gies no estuvo sola en la ayuda a los Frank, pues igual que ella Victor Kugler, Johannes Klieman y Bep Voskuijl subían las escaleras de la casa y abrían la estantería falsa que daba al habitáculo en el permanecieron hacinados hasta siete personas. Ana, en su 'Diario', los retrata así: «En lo posible, nos ponen buena cara, nos traen flores y regalos en los días de fiesta o cuando celebramos algún cumpleaños y están siempre a nuestra disposición. Esto es algo que no podemos olvidar: mientras otros muestran su heroísmo en la guerra frente a los alemanes, nuestros protectores lo hacen con su buen ánimo y el cariño que nos demuestran». Tenía 13 años cuando lo escribió.
Miep Geis buscaba verdura, la colgaba en grandes bolsas en el manillar de su bicicleta y se la llevaba a los escondidos. Todos los sábados, se acercaba a la biblioteca y les sacaba libros para que leyeran. Los Frank y sus compañeros no perdían el tiempo. Pedían a las personas que les ayudaban que se matricularan en cursos por correspondencia de taquigrafía y latín, para que los hicieran ellos. «El señor Kugler me da una gran alegría todos los lunes, cuando me trae la revista 'Cinema & Theater'. Aunque los menos mundanos entre mis convecinos opinan que estos obsequios son un despilfarro y que con ellos se me malcría, se quedan sorprendidos una y otra vez por la exactitud con que, después de un año, recuerdo todos y cada unos de los nombres que actúan en las películas», escribe Ana.
Fue Gies la que conservó ese diario, gracias al cual millones de lectores han revivido el irreparable sufrimiento de los judíos. Fue ella también la que se dedicó luego a hablar de aquella niña que se ha convertido en unos de los símbolos mundiales contra la barbarie nazi. Al hablar de las razones que le llevaron a socorrer a los Frank, Gies simplemente dijo: «Los ayudé porque sé con qué facilidad la gente puede verse en apuros sin haber hecho nada malo».