El público toma la palabra: así se vive el Falla
Conciertos inolvidables, grandes patinazos, recuerdos infantiles, obras magistrales, sesudas sesiones de Alcances...
Actualizado:El Teatro Falla, como una extensión de la calle, como un lugar vivo en el que el pueblo disfruta, vibra, aplaude o se lamenta, ocupa un espacio privilegiado en la memoria de los gaditanos. No todos son recuerdos solemnes. Hay quien lo asocia a la vorágine del Carnaval, quien lo eligió como escenario de sus primeros lances amorosos, quien padeció de cerca los últimos coletazos de la intransigencia pre democrática y quien echa mano de la nostalgia para evocar aquellas tardes y noches de Alcances en las que tocaba poner cara de intelectual reflexivo, cuando terminaba algún ladrillazo de arte y ensayo, y había que comentar la jugada en los bares del centro.
El empresario Pedro Álvarez no olvidará una de esas sesiones de cine, «en la época más decadente del Falla, antes de la reforma». «Fui con un grupo de amigos a ver una película que se llamaba algo así como 'Un amor de verano', rodada en la isla de Santorini. Unas imágenes espectaculares, con los protagonistas que se pasaban la vida en playas paradisíacas, bañándose, buceando. Y nosotros en el Falla, muertos de frío, bien pertrechados con el chaquetón, la bufanda, los guantes. Qué frío». Pepe Jaime, de la Librería Quorum, también habitual del Falla cuando ejercía de sala de proyecciones («iba mucho con un amigo inseparable, del Columela, y luego, a tragarnos grandes pestiños en Alcances»), recuerda un episodio que demuestra hasta qué punto el Teatro no deja de ser un reflejo del devenir político y social de una ciudad: «A la salida de un espectáculo bastante crítico de Carrusel, al final del Franquismo, un grupo de Fuerza Nueva esperaba en la puerta sólo para provocar, aunque nosotros rehuíamos el desafío. Algunos de los que estuvieron entre el público llegaron a recibir cadenazos. Es curioso, pero tengo grabada perfectamente la imagen de un antiguo miembro de esa pandilla, que ha evolucionado hasta convertirse en secretario general de un partido».
Más tranquilas fueron las veladas que inspiran los recuerdos salpicados de nostalgia de otros gaditanos, como la diseñadora Elisa Cortés, que descubrió que el amor podía ser tortuoso y visceral de la mano de una de las parejas más emblemáticas del Hollywood dorado: Clark Gable y Vivien Leigh. A sus tiernos catorce años fue junto a sus amigas al estreno de 'Lo que el viento se llevó' y aún tiene en la memoria algunas de sus secuencias más memorables.
El comisario de Cádiz, José María Deira, ostenta también un gusto exquisito por el cine de autor. Sus primeros recuerdos del coliseo gaditano se remontan a los años sesenta. Allí se acercó a movimientos cinéfilos como la Nouvelle Vague francesa de la mano de cintas como 'Un hombre y una mujer'. Entre clase y clase (o incluso a veces en horario lectivo), Deira se escapaba junto a sus amigos de la infancia a evocar mundos de fantasía, pasiones y aventuras sin levantarse un minuto de la butaca.
Para muchos de ellos, el Falla supuso su primer contacto con 'la fábrica de sueños', donde eran testigos de otros universos, otras culturas y otras gentes que tal vez algún día tendrían el privilegio de descubrir con sus propios ojos.
A escena
El padre del profesor de la UCA Alberto Romero trabajaba en el Falla como operador de cinematógrafo y daba el foco en algunos espectáculos. En 1972 pisó por primera vez el teatro y, desde el mismo palco en el que trabajaba su padre, sentado junto a sus hermanos, asistió a la presentación de 'Un mundo nuevo', de Karina. Después, disfrutó con la versión de 'La Lozana Andaluza', de Alberti, 'Caimán', de Buero Vallejo, o 'Petra Regalada', de Gala. «Y claro, también de Legionaria, de Fernando Quiñones, con Ramón Rivero al frente del Teatro del Mentidero». Otro momento especial: El debut de su hija en el ballet 'El jardín animado'. Entre los patinazos, «algún otro cierre del FIT, y Terele Pávez, en 'Madre Caballo', del CAT, dando papelinas a diestro y siniestro». Otro fallo fue el «no estreno de 'La comedia nueva o el café', de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que buscó refugio en otro espacio de la ciudad».
La otra cara
Pedro Fernández, de la Asociación Qultura, piensa en sus primeros amores casi infantiles, en los conciertos de rock de los 60, y en alguna que otra «sesuda sesión de Alcances, deseando que acabara la película porque al día siguiente había que trabajar». Y prefiere olvidar «un par de borracheras de órdago, en Carnavales, cuando era joven».
En el mismo capítulo, el escritor Jesús Maeso encuadra un concierto de Navidad de una orquesta y un coro del Este de Europa. «Presentaron 'La Creación', de J. Haydn, y la interpretación fue tan pésima que los devotos de la obra ni la reconocimos». En el otro plato de la balanza, 'Doctor Zhivago', en 1969, la primera obra que vio en el Falla, recién llegado a la ciudad, y La Ratonera, de Agatha Cristie.
Salvador Catalán, crítico musical, guarda el lejano recuerdo del concierto de Andrés Segovia, en 1983. «También me marcó el Art Ensemble of Chicago, una institución el jazz mundial ya desaparecida que, por cierto, no fue capaz de convocar a más que la mitad del patio de butacas. También, en otro modelo estilístico, el Kronos Quartet, Uri Caine o de los dúos David Murray / Andrew Hill, Lee Konitz / Dave Friedman y, en el folk británico, John Renbourn / Jacqui McShee (Pentangle), me dejaron especial huella».
Algunos gaditanos no sólo han llenado la platea en múltiples ocasiones, también han tenido el privilegio de subirse a su escenario. El arquitecto Pepe Ángel González aún recuerda su participación en la zarzuela 'Cádiz'. «Ese día canté con lágrimas en los ojos». Además, él fue uno de los invitados a la fiesta de inaguración del teatro tras su reforma. «El ambiente era fabuloso. Todo el mundo estaba orgulloso de haber recuperado una de las joyas de la ciudad».