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:: TEXTO: ARTURO CHECA :: FOTOGRAFÍA: MAURIZIO BRAMBATTI/EFE
Sociedad

Aplausos sin raza ni religión

ARTURO CHECA
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De entre todo el conglomerado de rostros, colores y sonrisas que conforman esta foto, invito al lector a fijar su mirada en dos puntos para entender los contrastes de la instantánea. El primer vistazo va para la coronilla del Santo Padre, cubierta por su sempiterno solideo: Benedicto XVI saluda a los 178 diplomáticos acreditados en el Vaticano durante la tradicional recepción anual que tuvo lugar ayer. Segundo vistazo: descubrimos a un sorprendente personaje cobijado en la esquina superior izquierda. Blanco turbante y tupida e islámica barba. No es otro que Ali Akbar Naseri, el embajador iraní, que también saluda e incluso se diría que sonríe al Papa, pese a estar ambos en las antípodas. Ni tienen las mismas creencias ni adoran al mismo Dios.

¿Obra del Espíritu Santo y de su don de lenguas? Tal vez. Pero lo cierto es que los aplausos que ayer sonaron en el Vaticano y que casi se escuchan a través del papel no entienden de raza, ideologías, idioma ni religión en manos (blancas o negras) islámicas, judías, hindúes o budistas, presentes aunque fuera de la foto. Aunque la diplomacia debió chirriar -y la cara de Ali seguro que se demudó- cuando Benedicto XVI criticó la carrera nuclear y condenó el terrorismo, senderos ambos sinuosos y demasiado a menudo ligados al nombre de Irán.

Eso sí, la beata armonía terminó en la foto de familia, en la que Ali Akbar ocupó un distanciado segundo plano, cinco filas por encima de Benedicto XVI. Serán cosas del protocolo...