La oveja negra del progreso
Proyectos esperados como los de Las Aletas, el tranvía o el nuevo campo de fútbol han acabado con el camino tradicional del ganado El avance urbanístico acorrala la labor de pastoreo de Miguel Antonio Jódar
Actualizado:«Ya queda poca gente que se vaya con sus ovejas al campo», se lamenta resignado Miguel Antonio Jódar, él que es pastor de profesión. «Esto es para gente que le guste el campo, y a mí me gusta». Nació en un pueblo granadino de apenas 250 habitantes, donde la vida del rebaño lo impregnaba todo.
Su padre era marchante de ganado, y tenía una fonda y una lechería, por lo que no es de extrañar que el primer negocio que montara al llegar a Puerto Real fuera un bar, ni que lo aparcara por el pastoreo.
Su compañero y él guardan su cabaña en La Esparraguera. «Dentro de nada tendremos que salir de ahí, porque es donde va a ir el nuevo campo de fútbol», avisa. Mientras la visión es curiosa: la pasarela al nuevo estadio desemboca ahora justo en el hogar de sus ovejas.
«Aquí había pasos para el ganado, y se los han comido», describe sobre la lengua voraz del urbanismo. «No puedes pasar ni por aquí, ni por allí. siempre te sacan algo», despliega su lista de pesares. Todavía recuerda cuando podía llegar hasta La Cabezuela por un lado, y al Muelle por el otro.
A Miguel le persigue el largo tentáculo del progreso. Él suele salir por Las Aletas, al menos hasta que no se urbanicen. «Aquello es muy bueno», resalta las cualidades de un alimento para sus ovejas que irá dejando paso al cemento.
Una de las primeras actuaciones allí ya le trajo perjuicios. «Cuando hicieron el puente por el lado del apeadero dejaron un pasillo de metro y pico; es imposible que todas las ovejas pasen por ahí».
Buenas y malas noticias
Los primeros trabajos en Las Aletas trajeron optimismo a muchos, y malas noticias a Miguel: «Cuando empezaron a urbanizar, con los camiones atropellaron a más de una». Bajas sensibles en su cabaña.
Si el pasto de Las Aletas es bueno, más lo es el del pequeño triángulo que ha quedado limitado por la vía férrea que lleva al apeadero de la Universidad, la urbanización de Marina de la Bahía y la carretera hacia Airbus . «Aquí nada más que vengo cuando no pasa el tren». El bocado sólo puede ser gozado por los 'gourmets' bovinos cuando los estudiantes están de vacaciones.
Al otro lado queda La Algaida, terreno vedado, cuando, a la manera de ver de Miguel, sus ovejas traerían beneficios: «Podría ser bueno para crear cortafuegos y evitar incendios, y también para acabar con las especies que no son autóctonas», explica.
Todos los caminos se le van cerrando, en una sensación de estrangulamiento: «Si tiras para arriba, hay una zona de la autovía que no tiene valla, y como se te cuele una oveja se puede matar una familia», contempla Miguel.
De una manera o de otra, él siempre paga. Así le pasó en un accidente: «Una vez se metió una cabra, la mató un coche y encima tuve que pagarle el daño al conductor, cuando aquello debería estar vallado».
El pastor sigue su camino. El ganado sortea el murete que separa al campo de la vía., Allí desapareció la valla. Los raíles se convierten en carretera en la 'operación retorno' al refugio. Él va para casa. A las cuatro estará de vuelta.