Superviviente de la ira injustificada
Se trata del único indigente que ha salido con vida de una sucesión de brutales ataques que aún están por esclarecer El algecireño Mario Rodríguez sobrevive a una agresión con hacha en Málaga
Actualizado:Tres cicatrices gordas, abultadas marcan de por vida el lado izquierdo de su rostro gastado. Son marcas muy feas, con sólo mirarlas el dolor alcanza a quien las observa. Son heridas de un superviviente porque Mario Rodríguez Bermúdez ha salido del peor trance de su vida; algo que ya no pueden decir otros dos compañeros de calle, de cartones en el suelo y de cuchara de beneficencia. Los tres mendigaban por la provincia de Málaga y a los tres los atacaron de forma brutal y cobarde, de noche, cuando dormitaban en sus lechos improvisados. Dos murieron, pero Mario logró salvar la vida, pese a recibir tres hachazos que nunca podrá borrar del espejo. Este algecireño de 54 años está a punto de recibir el alta y salir del hospital Carlos Haya de Málaga con otra papeleta complicada por resolver, ¿a dónde ir?
Los médicos y la Policía, a día de hoy, no le dejan hablar con los periodistas, pero ya es tarde porque su historia se ha escurrido por la puerta de su habitación y ya es conocida. Mario fue agredido el pasado 4 de enero en un pasaje peatonal del centro de Fuengirola. «Debieron de golpearme cuando dormía porque no me acuerdo de nada. Pienso que debe de ser un delincuente, alguien con mucha sangre fría, o que mandaron a alguien para que me hiciera esto». El 10 de diciembre un vagabundo había aparecido muerto en el interior de un aparcamiento de la misma localidad con dos heridas abiertas en la cabeza; y el 23 de noviembre otro indigente, esta vez en Málaga, también fue descubierto cadáver con un fuerte traumatismo craneal. La Policía aún trabaja en encajar las piezas.
Un robo oportuno
Pero Mario Rodríguez tiene una historia detrás de ese momento, en la que aparecen algunas claves que explican por qué terminó en la calle. Su cuñada María Santander, esposa de uno de sus siete hermanos, relata desde su casa de Algeciras la vida de un músico que un buen día escapó de los recuerdos a Ronda y se le perdió la pista vital. Tanto es así que fue una hermana -cuenta María Santander- quien supo «de rebote» lo que le había ocurrido a este gaditano. «Ella acababa de llegar de Barcelona y le robaron el bolso. Fue a la Policía a poner la denuncia y al cotejar sus datos, los policías se dieron cuenta que coincidían con los de Mario. Le preguntaron si tenía un hermano con ese nombre y fue así como supieron que estaba hospitalizado. Hasta entonces, la amplia familia de este indigente apenas habían tenido noticias de él. Su punto de inflexión se sitúa en 1995.
Ese año «falleció su hermano Andrés, con quien estaba muy unido». Los dos y otras cinco personas más habían formado el grupo flamenco Almadraba. «Mario siempre había tenido inclinación hacia la música y aunque a veces trabajó de cocinero, lo que le tiraba era la percusión y la guitarra». Este efímero grupo, nacido en los años 70 en la barriada algecireña de la Bajadilla, llegó a rozar el éxito cuando participó en el conocido programa de TVE Gente joven.
Pero duró poco y ya en los ochenta pasaron a ser un recuerdo. La vida personal de Mario discurría hasta entonces entre breves estancias en las casas de sus hermanos, su tío y amigos. No se casó, «pero tuvo una novia con la que estuvo conviviendo un tiempo». Sus padres habían fallecido hace años y se había aferrado sobre todo a su hermano Andrés, alma de Almadraba.
Con su muerte, «Mario decidió un buen día irse a Ronda. Comentaba que allí le habían salido varias actuaciones». Pero esa fue la última certeza que tuvieron acerca de su paradero. «De vez en cuando regresaba por Algeciras. No decía nada de su vida, pero con sólo verlo, sabíamos que estaba en la calle». La última vez que se le vio por su ciudad natal fue hace un mes, cuando terminó en el bar del hermano de su cuñada, sin él saberlo.
Desde su cama del hospital, este algecireño relata que llegó a Fuengirola a probar fortuna en algún negocio de la hostelería. Pero ahora ni su familia sabe qué va a pasar. Ayer le acompañaba una hermana que está buscando algún recurso asistencial que le dé cobijo. «No tiene a dónde ir y en su estado no puede quedarse en la calle». Los médicos ya han advertido que su cabeza falla. Demasiado débil para una vida de perros.