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El obstáculo se llama Brown

Los laboristas creen que la única opción de seguir en el Gobierno es evitar que el primer ministro sea su candidato en mayo

LONDRES. Actualizado: Guardar
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Los laboristas obtendrían mejores resultados en las elecciones británicas si la participación es alta, según los expertos. Pero los sondeos dicen que poco más de la mitad del electorado ha decidido que votará en los comicios que posiblemente se celebrarán el 6 de mayo. Los conservadores tienen una ventaja por encima de los diez puntos en los promedios de las encuestas publicadas en los tres últimos meses, pero si la participación fuese del 60% es posible que ningún partido lograra la mayoría necesaria para formar Gobierno.

La breve conspiración que esta semana intentó derribar a Gordon Brown como candidato laborista debe entenderse en ese contexto. El partido de la izquierda británica no ha perdido la esperanza de prolongar sus trece años en el Gobierno y una buena parte de sus ministros y diputados cree que eso sería más posible si el actual primer ministro no aspira a repetir.

La trama de la conjura se desveló minutos después de que Brown cumpliera con su primera sesión de preguntas al premier en la Cámara de los Comunes. Los diputados de su formación recibieron un correo electrónico firmado por dos ex ministros, Geoff Hoon y Patricia Hewitt, en el que sugerían una votación secreta sobre el liderazgo.

Debía ser anónima porque intentos anteriores de derribar al primer ministro fracasaron porque diputados y ministros que piensan que sería mejor encarar la campaña con otro líder no se atrevieron a hacerlo público, no creyeron que el momento era adecuado o que existe un candidato alternativo viable.

El método de la votación secreta de diputados sorteaba el primer obstáculo. Si setenta diputados confirmaban a Hoon y Hewitt que apoyaban su propuesta existía ya la cifra necesaria, según los estatutos del partido, para iniciar una moción de cambio de líder. Si ese número suscribía el correo, la siguiente fase de la conjura debía comenzar. Los ministros partidarios de apartar a Brown tendrían que convencerlo de que las cartas estaban ya echadas y de que lo más digno era anunciar su renuncia y presidir el proceso de cambio en la dirección.

Era lo que algunos han llamado 'la solución española', inspirada en el ejemplo del ex presidente José María Aznar y su anuncio de que no se presentaría para un tercer mandato. Pero aquel episodio fue planeado con mucha antelación. A cuatro meses de las elecciones, el caso laborista no es el mismo.

La única posibilidad que tenía el partido de la izquierda británica de cambiar a un líder que, a pesar de su elogiada respuesta a la fase más aguda de la crisis financiera en el final de 2008, no atrae a los electores de la Inglaterra media que decide los comicios y enoja a muchos de los suyos, hubiese sido su propio convencimiento de que debía dejar su puesto.

No ha ocurrido. En una entrevista con 'News of the World', Gordon Brown declaraba ayer que su intención es servir un mandato completo tras las próximas elecciones. Los críticos dicen que el primer ministro se distingue por una personalidad dubitativa y autoritaria. Se consume ante decisiones complejas y cuando las adopta se convierten en irrefutables. Pero sobre su liderazgo no tiene dudas.

¿Fracaso?

Dos ministros, Jack Straw y Harriet Harman -íntima amiga de Patricia Hewitt-, se entrevistaron con Brown en las horas tensas del jueves y airearon después que el premier les había prometido una dirección más colegiada. Se repitieron las tramas y las promesas de conspiraciones precedentes y parece que nada cambia.

La conjura de Hoon y Hewitt se dio por abortada en la misma noche del aquel día. Había pasado el tiempo suficiente para entender que ninguno de los pesos pesados del Gabinete entraría en la jaula de Brown con afán de domarlo, el tiempo suficiente para medir también la tardanza de varios ministros en manifestar su apoyo al líder.

Con la conspiración ya declarada como un fracaso, el ministro de Hacienda, Alistar Darling concedió a una entrevista a 'The Times' en la que afirma que el próximo Gobierno tendrá que afrontar una reducción drástica del gasto público para reducir el vertiginoso aumento de la deuda del Estado para amortiguar el impacto de la crisis.

En las últimas semanas un malestar grave de los críticos de Brown en el Gabinete, incluido Darling, era fruto del empeño del líder en establecer una línea divisoria con los conservadores, a los que presenta como empeñados dogmáticamente en recortar gastos cuando no es necesario. Dos días después de la fracasada conspiración, habrían logrado el permiso del primer ministro para cambiar completamente los argumentos electorales.

Ayer, el ex secretario general del partido, Peter Watt, adelantó el contenido de un libro en el que desvela el caos en Downing Street después de que Brown desbancase a Tony Blair. Tras una década conspirando para derribarlo, no había plan ni programa. Y aún se espera que el ministro de Defensa, Bob Ainsworth, íntimo de Hoon, dimita, harto de Brown.

Tras lo ocurrido en las últimas horas, es difícil descifrar si los laboristas han entregado otro episodio de la historia del nunca acabar o si estamos ante una conspiración que no ha hecho más que comenzar.