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Vivir para ver

Se permite destruir hermosas casas modernistas para construir el mismo bodrio de siempre

ROSA REGÀS
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Una de las noticias más lamentables de este año que comienza es la nueva ley que la Generalitat Valenciana se ha sacado de la manga y que le permite demoler 'legalmente' el Cabanyal, uno de los más hermosos barrios marineros de Valencia. La artífice de esta decisión que permitirá destruirlo sin interferencias de ninguna clase es la alcaldesa Rita Barberá, a la que no parece importarle conservar el legado histórico que ha recibido, y menos aún destruir hermosas casas modernistas para construir en su lugar el mismo bodrio de siempre: rascacielos con terracitas, como inmensos panales sin miel, ocultos los unos en la sombra de los otros, a ambos lados de una gran avenida. Es la construcción de esta avenida, se crea o no, el pretexto esgrimido para poder acabar con el Cabanyal, catalogado como 'bien de interés cultural' en 1993 por el Gobierno de la Nación. Un enfrentamiento, pues, con el Ministerio de Cultura, al que las derechas valencianas califican de tan «centralista como el Gobierno de Franco». Tiene gracia, de verdad.

Y, sin embargo, no se ha hablado de insumisión en ninguno de los medios que tan aficionados son siempre a ver en los comportamientos y decisiones de los catalanes una subversión inaceptable contra la unidad de la patria. Si doce periódicos escriben un editorial conjunto para defender lo que les es propio, ¡subversión! Si el presidente Montilla envía una carta a distintas instituciones y ayuntamientos pidiendo unidad frente a cualquier recorte fundamental en el Estatut, no sólo es subversión sino que, en las siempre floridas palabras de Guerra, es que «está en la estratosfera». Incluso en comportamientos menos trascendentales, como los pantalones que la ministra de Defensa ha tenido la osadía de vestir por segundo año consecutivo en la Pascua Militar, se enardecen ante una falta de respeto tan clara al protocolo que marca la Casa Real.

Pero de Rita Barberá no dicen nada y menos de este decreto-ley de Medidas de Protección y Revitalización del Conjunto Histórico de la Ciudad de Valencia, «un envoltorio legal para aislar el Cabanyal de la orden de Cultura y acometer el derribo de buena parte de la trama urbana que asegura proteger», según fuentes jurídicas citadas por un periódico. ¿No tienen bastante los pobres valencianos con haber visto desaparecer las hermosísimas playas y los paisajes naturales que de norte a sur convertían la comunidad en uno de los escenarios más sorprendentes del Mediterráneo? No parece. Ahora hay que destruir también (proteger, dicen ellos) las vías intermedias entre lo que fueron las playas y las ciudades, lugares de tradición y belleza que, les guste o no, siguen siendo una parte importante de la cultura de un pueblo y de su historia.

Y encima, rebelándose contra el Gobierno central. Vivir para ver.