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EL MAESTRO LIENDRE

¿Cómo han ido las fiestas?

La prisa por volver a lo cotidiano y la cercanía del Carnaval impiden cada año un análisis de la temporada navideña, pese a que su peso económico crece sin cesar

JOSÉ LANDI
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De todos los periodos festivos, el navideño es el que antes se olvida. Deja recuerdos a largo plazo pero nunca de forma inmediata. Nadie habla de esa pamplina del síndrome postvacacional en enero. Será por su intensidad, por su reiteración, por su distribución (familia-amigos-niños) o por su extensión (casi tres semanas de encuentros y excesos de la cena de empresa hasta el rosco) pero a las 48 horas parece que han pasado 48 semanas. Todo guardado, olvidado en algún lugar de los armarios y las cabezas. Esa tendencia generalizada se agudiza aún más en Cádiz. Su fiesta local es exageradamente precoz. Arranca este fin de semana (el primero de rebajas para el resto de España) y, en distintas fases, no expira hasta avanzado febrero. En el resto de localidades de la provincia o Andalucía, esos preparativos y esa catalepsia se producen bien avanzada la primavera o en verano.

Esas dos circunstancias hacen que el balance de lo sucedido en los últimos días de diciembre y los primeros de enero quede, cada año, pendiente, aplastado por la prisa del regreso a lo cotidiano, lo laboral y lo carnavalesco.

Puede ser un error ya que la suma de cenas, regalos, rebajas, viajes y constantes salidas masivas crea una temporada de crucial importancia económica para el pequeño comercio (tiendas u hostelería). Recibe cuchilladas diarias el resto del año, provocadas por el desplome del consumo particular, y no está para perder ni un cliente en una etapa que (al margen de creencias individuales y ritos) cada vez gana más peso en las cuentas de resultados de los miles de negocios familiares que quedan.

Si todos (instituciones, autónomos, usuarios...) estamos convencidos de la importancia de esta época en la contabilidad de tantos negocios, ¿cómo nos ahorramos su análisis cada año? ¿por qué no discutimos si existen carencias? ¿Por qué no le damos tantas vueltas como al verano si su peso comercial ya se le acerca?

Si realmente nos importa...

En estos días (como en Carnaval, en Semana Santa y en las noches estivales con eventos) Cádiz saca a pasear una molesta incapacidad para moverse. Como es tan vieja, parece esclerótica. Los transportes públicos son muy decentes, suficientes y organizados para los días corrientes, pero nadie parece caer en la cuenta de que son insuficientes en los 'señalaítos'. Nadie parece asumir el trago de reforzar líneas de autobuses y número de taxis (tanto que se quejan y nunca están cuando más demanda existe) en momentos de máxima utilización. Las esperas de una hora y las rajadas colectivas son más comunes que los villancicos en esos días. Así no se convence a nadie de que deje el coche. Los aparcamientos están colapsados al minuto dos del segundo día de compras. Si el bus y el taxi fueran flexibles, muchos nos haríamos fieles usuarios por ahorrarnos la tortura de aparcar, pero ahora sólo dan a elegir al ciudadano entre dos horrores: o esperar hueco o esperar en las paradas. Y el Ayuntamiento, a medio plazo, no tiene más ideas que abrir más aparcamientos. Más madera. Más colas. Más coches.

Otro asunto a discutir es la oferta de ocio. Cualquiera que haya ido a Juvenalia (se saluda a más gente de Cádiz que en la nueva plaza de abastos) vuelve por la autopista con una pregunta: ¿por qué no se hace esto en Cádiz?

Ya se sabe que hay menos población, pero resulta difícil saber qué impide montar algo así, a escala si quieren, en el Palacio de Congresos, o en el polideportivo Ciudad de Cádiz, que tampoco tienen una demanda desaforada en esta época. Hablamos de un conjunto de talleres, colchonetas, cacharritos y juegos deportivos. Asistencia y rentabilidad están garantizadas. ¿Tan difícil es hacerlo a cubierto?

La propuesta de San Antonio -lo más parecido- funciona pese a su extrema simpleza, pero está sometida a la inclemencia y la época, obviamente, no es para fiarse del cielo (ha quedado claro este año). Son dos aspectos, por no hablar de una oferta cultural real, más allá de belenes y cabalgata, en el segundo mayor periodo vacacional del año o de los horarios comerciales. Solo por ver opciones, por discutirlo.

Si tan importante es. Si tanto dinero se mueve. Si tantas familias dependen de estos días...