Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Gente

El pequeño Afganistán

Casi tres millones de refugiados del país asiático viven en Pakistán e Irán. Cada vez les resulta más difícil volver a un lugar de origen que muchos ni siquiera conocen

TEXTO: CARLOS BENITO FOTOS: ALEXANDRE MENEGHINI/AP
Actualizado:

Para muchas personas, la condición de refugiado se ha convertido ya en algo irremediable: viven de prestado, miserablemente, en un país que no es el suyo, pero el regreso a su lugar de origen tampoco aliviaría esa dolorosa sensación de provisionalidad. Es el caso de muchos de los 2,8 millones de afganos repartidos entre los vecinos Pakistán e Irán, protagonistas de un largo éxodo que arrancó con la invasión soviética de 1979 y continuó con el gobierno de los talibanes y la ocupación de Estados Unidos. Según las estimaciones de la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, la mitad jamás ha pisado el suelo de Afganistán, como los niños sin nombre que aparecen en el reportaje realizado en las afueras de Islamabad por el fotógrafo Alexandre Meneghini. Para ellos, 'volver' es una palabra bella pero vacía.

El informe de ACNUR para 2010 alerta sobre la creciente dificultad de repatriar a estas personas, que vienen a constituir un país entero alojado en campamentos y chabolas de adobe, con la disentería como compañera habitual. Desde 2002, se ha conseguido devolver a Afganistán a más de cinco millones y medio de personas, hasta el punto de que ahora mismo, en algunas regiones del país, uno de cada tres habitantes es un retornado. Kabul, la capital, ha triplicado su población en la última década. Pero Afganistán dista mucho de ser un acogedor paraíso -la esperanza de vida al nacer es de 44 años- y muchos de estos refugiados se topan con peores condiciones que las que arrastraban en Pakistán o Irán, parecen colonos en una tierra inhóspita en vez de exiliados que se reencuentran con su añorado hogar.

«El interés por el retorno ha declinado de manera evidente», aseguran los expertos de Naciones Unidas. Entre enero y agosto de 2009, sólo volvieron a Afganistán 53.500 personas, la quinta parte que a lo largo de todo el año anterior. Las dificultades que afrontan para sobrevivir, con una dotación económica que se acaba demasiado pronto, se suman a la inseguridad y la crisis política de Afganistán, un país donde el futuro también parece un exiliado permanente. Además, pese a sus propios problemas, tanto Pakistán (donde permanecen 1,8 millones de afganos) como Irán (que acoge a aproximadamente un millón) han ido mejorando en los últimos años las condiciones para esos casi tres millones de residentes. El Gobierno de Islamabad firmó el año pasado un acuerdo que extiende la estancia de los afganos hasta 2012, mientras que Teherán está concediendo permisos de trabajo a los refugiados que se han inscrito en los registros.

Acostumbrados a la ciudad

De todas formas, uno de los factores más determinantes en la situación actual es ese perfil tan complejo que adquieren las comunidades humanas a medida que su destierro se prolonga. Entre 2002 y 2005, en lo que ACNUR denomina «la era del retorno masivo», quienes volvían sólo habían estado ausentes unos pocos años, de modo que todavía no habían desgarrado del todo sus raíces. Sin embargo, ahora, la mayor parte llevan más de un cuarto de siglo fuera, están acostumbrados a residir en ciudades -y no en las atrasadas áreas rurales de las que proceden sus familias- y no tienen ninguna posesión en Afganistán, ni hogar, ni tierras, ni nada.

No faltan, de hecho, quienes se han visto obligados a rizar el rizo emigrando de nuevo al país donde una vez fueron refugiados. Se trata de jóvenes que se criaron en los asentamientos de Pakistán o Irán, decidieron probar suerte con el retorno a Afganistán y ahora se ven obligados a buscarse el jornal, muchos de ellos sin papeles, en esos países que les acogen por segunda vez y donde quizás se sienten más en casa.