La moda no se arruga
Actualizado:Giorgio Armani (75), Karl Lagerfeld (76), Carolina Herrera (71), Roberto Cavalli (70), Pierre Cardin (87), Vivienne Westwood (68), Ralph Lauren (70), Manuel Pertegaz (92)... Entre los ocho suman 609 años. Una cifra descomunal para una industria en la que lo más fashion encanece rápidamente. Siempre mirando hacia delante. Es la misma consigna para todos. Para los diseñadores que buscan hacerse un hueco, para los modistos consagrados que intentan mantener su estatus y, por supuesto, para las viejas glorias que se resisten a ceder el trono y luchan, literalmente, también contra el paso del tiempo.
Aunque ninguno se encuentra en las últimas -todos gozan de una razonable buena salud, con los achaques propios de la edad-, hay modistos que posiblemente morirán con las agujas puestas. Es el caso del histórico Manuel Pertegaz, que pareció rematar una brillante carrera diseñando, en 2004, el vestido de novia de la princesa Letizia. Sin embargo, sigue en el tajo. «Todavía me entra esta cosa que uno siente ante el reto de que hay que hacer algo nuevo», sostiene el creador turolense, que llegó a tener más de 700 empleados cuando vestía a la reina Sofía.
Los 'abueletes' de la moda siguen como mandamases de la alta costura. Y eso que se quitaron sus buenos años de encima hace un par de temporadas con la retirada de Valentino, Calvin Klein y Paco Rabanne. Sus firmas siguen plenas de vigencia. Especialmente Armani, a pesar de que la crítica fue inmisericorde con su última colección por su «presuntuosidad en la búsqueda de la modernidad». Bastante delgado por culpa de una hepatitis, pero sacando músculo como siempre, es el creador italiano de mayor éxito comercial. Forbes estima su fortuna en 4.100 millones de dólares. Nada mal para quien empezó ganándose la vida diseñando... los escaparates de unos grandes almacenes.
De dinero también va sobrado Roberto Cavalli, que inspira los vestidos más sexys, aunque últimamente se contenga más: «No existen vestidos vulgares, sino una forma vulgar de llevarlos». Se siente «como un chico joven», probablemente porque su infancia no fue «muy rica. Siempre había soñado con tener un dormitorio para mí solo. Tenía una habitación microscópica». Ahora le sobra espacio. Su último capricho es una espectacular casa en forma de caja luminosa levantada en las colinas de Florencia. Con un macaco «como mejor amigo», a la vida sólo le pide nietecitos «en un ambiente sereno».
Con chicos delgadísimos
Sin gana alguna de jubilarse, Karl Lagerfeld es, después de la fundadora Coco, el hombre más importante en la historia de Chanel. Rodeado a todas horas de chicos delgadísimos, es uno de los creadores más influyentes del siglo pasado. Tiene sus rarezas. Hijo de un banquero que se hinchó a ganar dinero al introducir la leche en polvo en Alemania, siempre se ha negado a diseñar ropa de niños, pero saca fuerzas para dirigir Chanel, mantener su propia marca y someterse a draconianas dietas para perder 36 kilos y «vestir» los ceñidísimos trajes de Hedi Slimane. Por algo le llaman 'El káiser'.
La polémica también rodea a Ralph Lauren, el abanderado del estilo de vida americano que de chaval vendía guantes. Arrastra como una losa su última decisión: expulsar «por muy gorda» a la modelo que adelgazó con la ayuda del photoshop para una campaña publicitaria. Un asunto que ha enturbiado una honesta y larga carrera. Como la de la británica Vivienne Westwood, reina de la estética punk y que adorna sus colecciones de cadenas, navajas de afeitar y toda clase de elementos fetichistas. Amante del tartán y el 'tweed' sigue sin plantearse, como sus veteranos colegas, qué será de su casa en un futuro próximo.
A diferencia de los 'jóvenes' Nicolas Ghesquière o Frida Giannini, en Gucci, no tienen todo el tiempo del mundo. Quizá por eso Carolina Herrera, que saltó al ruedo de la moda rebasados los 40, delega cada vez más en su hija Adriana. No así Pierre Cardin. Inventor, en 1954, del 'vestido burbuja', precursor de las formas geométricas y dueño de las ruinas del castillo del Marqués de Sade, abraza los noventa en plena forma y entregado a la filantropía. Pese a su edad, esta cuadrilla, más propia de un geriátrico que de las pasarelas, nunca pasa de moda. Mantiene a sus fieles de toda la vida y engancha a las nuevas generaciones.