Escáneres
Disponer de los datos de un delincuente o de un sospechoso no garantiza que no vaya a cometer una fechoría
Actualizado: GuardarCuentan maravillas de esos escáneres corporales que nos van a pasar revista en los aeropuertos. Un prodigio tecnológico. Además de detectar armas, son capaces según dicen de medir nuestros genitales y reconocer nuestras prótesis. Si hasta ahora la aventura de emprender un vuelo trasatlántico empezaba por el engorro de los embarques para continuar con el fastidio de los controles o la desesperación de los retrasos, en breve se añadirá la humillación de aparecer sin ropa en las pantallas policiales. Bueno, también es verdad que viajar en avión se ha puesto más barato. Pero a cambio todos somos definitivamente sospechosos, y como tales estamos obligados a depositar en la bandeja nuestra intimidad, junto con el cinturón y las llaves.
De aquí a unos años, los historiadores de las mentalidades -hay especialistas en las disciplinas más extrañas- descubrirán en los aeropuertos una fuente de datos inagotable. En ellos se aprecia con todo detalle cómo hemos evolucionado desde la Libertad hasta la Seguridad y desde el Progreso hasta el Miedo. Es el signo de nuestro tiempo. Lo que empezó siendo un hangar dispuesto exclusivamente para facilitar el tráfico de aeronaves y pasajeros es hoy una especie de gigantesco laboratorio donde se ensayan a diario los más revolucionarios inventos en materia de vigilancia. Uno ya debe saber dónde se mete al entrar en una terminal. Lo mismo le puede ocurrir que se quede atrapado ahí durante meses emulando a Tom Hanks en el filme de Spielberg como que la policía le coloque explosivos en la maleta, cosa que han hecho a un viajero en Eslovaquia, no muy lejos de la cuna de Kafka.
Pero, por avanzada que sea la tecnología, siempre habrá algo que escape al control de la máquina. Obama acaba de admitir que el frustrado terrorista de Detroit ya estaba fichado antes de su intento y que si consiguió colarse en el avión no fue por falta de información, sino por despiste de los responsables. Dicho de otro modo, disponer de los datos de un delincuente o de un sospechoso no garantiza que no vaya a cometer cualquier fechoría. Con los sistemas de vigilancia ocurre algo parecido. En zonas urbanas de alta concentración de personas, miles de cámaras de vídeo graban imágenes las 24 horas del día sin reducir la productividad laboral de los carteristas.
Tiene su lógica. A más cantidad de información, mayor dificultad para procesarla por escasez de medios, de tiempo y de eso que ahora llaman recursos humanos pero es simplemente gente. Gente preparada. Sabuesos de fino olfato y ojo clínico en vez de tanto trasto muchas veces inservible. A no ser que la función de estos indiscretos escáneres sea otra distinta de la declarada y, más que para darnos seguridad, los hayan puesto ahí con el fin de avasallarnos. Si al menos aprovechasen el vejamen para hacernos un chequeo médico exprés. Es lo menos que se puede pedir.