revuelta al sur de italia

Nuevas protestas de inmigrantes tras el ataque xenófobo de ayer

Concentración en Rosarno después de que dos hombres resultaran heridos con un fusil de aire comprimido

ROMA Actualizado: Guardar
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La tensión crece en la localidad de Rosarno, en Calabria (sur de Italia), donde varios cientos de inmigrantes han vuelto a salir a la calle tras las protestas y disturbios que protagonizaron ayer. Los inmigrantes, en su mayoría africanos, y que trabajan como jornaleros en esta zona, se han concentrado delante del ayuntamiento para expresar sus protestas después de que ayer dos de ellos resultaran heridos al ser atacados por unos desconocidos con un fusil de aire comprimido.

Las escuelas y los comercios de la localidad calabresa han permanecido cerrados ante el temor de que se repitan los incidentes de anoche, que concluyeron con cientos de coches incendiados y daños en casas y tiendas. Según los medios de comunicación italianos, durante la concentración de hoy se han gritado eslóganes contra el racismo, pero no se han producido altercados.

Anoche, los inmigrantes salieron a las calles armados con bastones y barras de hierro e invadieron la carretera estatal que atraviesa Rosarno destrozando todo lo que encontraron a su paso. Hubo enfrentamientos con la policía que acabaron con 16 detenidos y seis jornaleros hospitalizados, y también resultó herida por un golpe en la cabeza una mujer, a quien los inmigrantes obligaron a salir de su coche, que después incendiaron.

Tolerancia versus intolerancia

El presidente de la región Calabria, Agazio Loiero, ha afirmado que estos episodios son fruto de un "clima de intolerancia xenófoba y mafiosa y que ha terminado con la revuelta de los inmigrantes explotados, insultados, y ahora también agredidos".

El ministro de Interior, Roberto Maroni, ha señalado en televisión que lo que está sucediendo en Rosarno se debe a la excesiva tolerancia ante inmigración clandestina, lo que ha alimentado esta situación de fuerte deterioro.

Los inmigrantes, según explica la prensa local, viven hacinados en una vieja fábrica abandonada en condiciones infrahumanas y la mayoría de ellos no tienen documentos y viven gracias a los cerca 25 euros que se les paga por una jornada en los campos.