Soldados armados con palas desentierran el tren sepultado bajo toneladas de nieve. :: REUTERS
Sociedad

La pesadilla del 1.814

Más de 1.400 personas sobreviven 30 horas en un tren chino sepultado bajo un alud de nieve

SHANGHAI. Actualizado: Guardar
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«De repente sentí un choque brutal, como si la montaña hubiera golpeado el tren. El vagón se escoró hacia la izquierda, se fue la luz, y nos quedamos a oscuras, en silencio». Wu Yuan, como el resto de los 1.400 pasajeros del 1.814, pensó que el convoy había descarrilado, o colisionado con otro. Pero pronto se dio cuenta de que, en realidad, su primera impresión era correcta: la montaña se les había echado encima.

Un alud de nieve cubrió 15 de los 20 vagones del tren a las 18:48 horas del domingo. Ya era noche cerrada, y el mercurio se precipitaba por debajo de los 20 grados bajo cero. El tren estaba sin suministro eléctrico, y hasta tres metros de nieve bloqueaban las puertas. Tampoco había a dónde ir. El 1.814 cubre la ruta entre la ciudad de Harbin, capital de la provincia de Heilongjiang, la Siberia china, y Baotou, un centro industrial de la región de Mongolia Interior, una de las menos pobladas del país. El tren estaba en medio de la nada, cerca de un poblacho llamado Shangdu, en el centro de un desfiladero castigado por las peores nevadas de las últimas seis décadas. A los pasajeros les esperaba la aventura de sus vidas.

Afortunadamente, las comunicaciones funcionaron y el jefe de personal consiguió dar la voz de alarma. No cundió el pánico, «gracias a que la tripulación tomó el control en todo momento, y racionó el uso de agua y de los alimentos», señalaba ayer Wu en declaraciones a la cadena estatal CCTV.

A 34 grados bajo cero

Pero la temperatura comenzó a bajar en el interior, el hielo se formaba en todas las hendiduras y comenzaba a expandirse por el hueco que une los vagones. Los funcionarios del ferrocarril comenzaron a temer lo peor. «Podríamos haber muerto congelados», contaba ayer una azafata. No es vano, fuera el termómetro marcaba ya una cifra de récord: 34 grados en negativo.

«Tratamos de juntarnos todo lo que pudimos para darnos calor. Sabíamos que llegaría el rescate», asegura Wu. El séptimo de caballería dejó la corneta y llegó con palas al cabo de varias horas. Muchas de las carreteras estaban cortadas, y los primeros soldados tuvieron que acceder a las vías a pie. Los bomberos utilizaron quitanieves para permitir el paso de varios camiones cargados con mantas, agua y alimentos que introdujeron en el tren por las ventanas que iban quedando al descubierto. «Finalmente, también nos dieron carbón para conseguir poner en marcha la calefacción». Habían pasado ya 15 horas.

Wu no podía saberlo, pero a unas decenas de kilómetros, los compatriotas que viajaban en el 1.817, un tren de 15 vagones que cubría un trayecto más corto en la misma ruta, también habían quedado sepultados por la nieve. Las autoridades regionales no daban abasto. Pero pusieron en práctica el refranero: 'A grandes males, grandes remedios'.

Hicieron falta más de 10.000 efectivos, entre policías, soldados y bomberos, para poner fin ayer a la pesadilla de los 1.400 pasajeros del 1.814 y los 800 viajeros del 1817, que, finalmente, llegaron sanos y salvos a su destino a bordo de los trenes que habían quedado sepultados. Las cámaras los estaban esperando: en esta ocasión, todos pudieron sonreír y hacer con los dedos el signo de la victoria.