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Recién llegados
Entre los primeros nacidos del año hay hijos de marroquíes, colombianos, chinos... Ellos han traído «aire fresco demográfico»
Actualizado: GuardarUna de las mejores cosas del año nuevo es que los medios de comunicación siempre dan, al menos, una noticia positiva. Entre los desastres de aquí y de allá, en una ventanita luminosa abierta entre crímenes y guerra, se habla por fin de crear vida y no de destruirla: es la tradicional nota informativa sobre los primeros nacidos del 1 de enero, con su foto de padres ilusionados y bebés indiferentes al tonto revuelo de los adultos. En los últimos años, esta peculiar carrera -y no es una exageración, porque a veces casi hace falta 'foto finish' para comprobar quién ha venido antes al mundo- permite además visualizar en una rápida ojeada lo que podríamos llamar la nueva sociedad española, ese conglomerado de gentes de diversos orígenes tan distinto del país de hace veinte o treinta años.
Repasando los primeros niños de 2010 en las diferentes provincias españolas, se comprueba que al menos doce tienen algún progenitor extranjero. Podrían ser más, porque en algunos lugares no se han difundido los datos del bebé por expresa petición de las familias. Siete han nacido de parejas procedentes de otro país -colombianos, chinos, moldavos y, en cuatro casos, marroquíes-, mientras que los otros cinco son hijos de español y extranjera o viceversa. La proporción, doce de cincuenta, se ajusta bastante a los registros más recientes difundidos por el Instituto Nacional de Estadística: en 2008, el 23,8% de los niños nacidos en España tenía uno o ambos progenitores extranjeros.
Las reseñas de los primeros partos del año permiten sustituir este recuento, tan frío e impersonal, por una enternecedora galería de caritas congestionadas, todavía con la sorpresa de nacer. Ahí aparece la barcelonesa Graciela, primera catalana de 2010, hija de la guineana Lucrecia Akeng y el catalán Rafael Noguera. O el granadino Jiachong Lan, el tercer retoño de una pareja de la ciudad china de Fujian. O los primeros nacidos en los tres territorios de Euskadi: Salma, hija de los marroquíes Karim y Jamila; Josune, de Wilman y Lucía, colombianos de Bucaramanga; y Aitor, de padre guipuzcoano y madre argentina. Entre los once niños figuran dos Malak, las pequeñas de parejas marroquíes que han inaugurado el cómputo anual en Murcia y La Rioja, y también se da la circunstancia -significativa, aunque se aparte del tema de este reportaje- de que cinco de estos padres se encuentran ahora mismo en el paro.
El peso de los hijos de extranjeros en los índices de natalidad ha aumentado sin cesar en los últimos quince años. En 1996 suponían el 4,5% del total, en 2001 superaron el 10% y seis años después acabaron por rebasar el 20%. Paralelamente, el número medio de hijos por mujer, que languidecía a mediados de los 90, se ha ido recuperando de forma progresiva: de aquel 1,16 de 1998 se ha pasado al 1,46 de 2008. Los paritorios han regresado al trajín de los buenos tiempos: «Las maternidades están colapsadas. Por un lado, están los hijos de las personas venidas de otros lugares del mundo. Por otro, están teniendo familia, un poco mayores ya, los hijos del 'baby boom' de finales de los 70 y principios de los 80. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos en la situación de tener que derivar nacimientos a otros hospitales», explica Núria Torras, de la Associació Catalana de Llevadores (matronas), que trabaja en el hospital barcelonés de Sant Pau.
Cataluña es, precisamente, una de las comunidades con mayor proporción de nacimientos de madre extranjera. Siempre según los datos provisionales del INE para 2008, la cifra supera el 28%. En La Rioja se roza el 30% y en Baleares, una autonomía peculiar debido a la nutrida colonia procedente de otros países europeos, se llega al 32%. En el otro extremo de la tabla figuran Galicia (7,77%), Extremadura (8,08%) y Asturias (9,27%). Y casos especiales en este campo son los de Ceuta y Melilla, que alcanzan respectivamente un 40 y un 48%.
Dice el tópico que las parejas procedentes de zonas como el Magreb o Sudamérica tienden a procrear más y, sobre todo, antes. Desde luego, está claro que la presencia de inmigrantes en las estadísticas de nacimientos es mayor que en la sociedad en su conjunto, donde la proporción de extranjeros es del 11,6%, pero en ese hecho también influye la específica pirámide de edad de estas comunidades, en la que escasean las personas en edad no reproductiva. «Aun así, evidentemente, demuestran más valor que nosotros a la hora de tener hijos. Han traído una corriente de aire fresco demográfico. También es verdad que, tal y como están las cosas, cualquiera nos puede superar fácilmente en este terreno», comenta Natacha Jiménez, del Observatorio Permanente de Inmigración de la Universidad Jaume I, en Castellón.
«Quizá influyan las dinámicas que traen de sus lugares de origen -analiza la experta-. En los países en desarrollo, como sucedió aquí en otros momentos de la historia, los hijos eran brazos para ayudar a la economía familiar. Eso sí: cuando llevan un tiempo aquí, suele ir cambiando su percepción y se adapta a la nuestra». Algo parecido vino a puntualizar en siete palabras el desempleado padre de Jiachong Lan, el bebé granadino: «Con la crisis, ya más niños no». Los padres sin empleo esperan, invariablemente, que sus retoños lleguen con el cacareado pan debajo del brazo, pero saben muy bien que después se comerán pan y medio. «Hace un año que estoy en el paro y confío en que, con la niña, la situación mejore -deseó, entre llamada y llamada de sus parientes, Mohamed Abuzhar, el padre de la primera niña nacida en La Rioja-. Aquí ella va a tener todo lo que necesita».
Cada vez más matices
Parece claro que la sociedad se está volviendo más compleja y que las viejas líneas divisorias entre grupos demográficos ya no sirven de mucho. «Cada vez harán falta más matices», avisan en el Colectivo Ioé, un grupo de intervención sociológica con sede en Madrid. A modo de ejemplo, destacan que ni todos los extranjeros son inmigrantes -muchos nacidos aquí mantienen la nacionalidad de sus padres-, ni todos los inmigrantes son extranjeros -están también, por ejemplo, los retornados de la diáspora española-. Los trazos gruesos ya no sirven a la hora de clasificar a los seres humanos.
Además, los emparejamientos entre personas de distintas nacionalidades resultan más comunes que nunca: en 2008 hubo 16.648 matrimonios de españoles con extranjeras y 11.172 de españolas con extranjeros, lo que supone, en total, el 14% de los enlaces heterosexuales celebrados en el país. Ellos se casaron sobre todo con brasileñas (2.446), colombianas (1.544), marroquíes (1.012) y rusas (909), mientras que las mujeres españolas contrajeron matrimonio con marroquíes (1.557), argentinos (789), cubanos (738) y dominicanos (596). En esto también existen diferencias por zonas: mientras que en Baleares hay al menos un cónyuge extranjero en el 33,5% de las ceremonias, en Extremadura la proporción se queda en un 7,8%.
Eso sí, la sociedad cambia muchísimo más rápido que algunas mentalidades. Duele ver, en las ediciones digitales de algunos periódicos, los comentarios con los que ciertos lectores han dado la bienvenida a sus nuevos vecinos, esos recién llegados al mundo con los que pronto se cruzarán por la calle. «Hay que contar nacimientos de españoles. Los de extranjeros no valen para nada», despreciaba uno de los que se pueden reproducir. Hay gente que mira los rostros a medio hacer de los bebés y sólo ve, renacido, su propio prejuicio.