La ciudad de hielo
Los guerreros de Xian, el Coliseo... Más de 16.000 chinos participan en la construcción de las esculturas gigantes de Hardin
Actualizado:El termómetro marca 25 grados bajo cero y se congelan hasta las ideas. Algunas parecen salidas de los exuberantes escenarios de las historias de Walt Disney, y otras son el espejo de la megalomanía de los emperadores chinos. Pero todas resultan espectaculares en la ciudad de Harbin, capital de la provincia nororiental china de Heilongjiang, donde el arte sobre hielo adquiere una magnitud incomparable.
El festival de hielo más importante del mundo, que abre hoy sus puertas, es en realidad una ciudad paralela de construcciones esculpidas en hielo a tamaño natural. Aquí, los visitantes son transportados a un onírico mundo blanco que al anochecer se transforma en una constelación de colores. Hay quienes buscan la vanguardia con el uso de láseres, mientras que otros prefieren la tradicional iluminación de farolillos rojos. Sin duda, el resultado provoca un brutal contraste con el resto de la ciudad, un conglomerado de edificios grises de corte soviético, aliñados con humeantes torres de refrigeración y algunos rascacielos desubicados, perfilados todos contra el turbio cielo de la China más industrial.
Afortunadamente, el 5 de enero marca, desde 1985, un paréntesis en la monotonía de Harbin, una ciudad que aspiraba este año a competir por los Juegos de Invierno en 2018, pero que tuvo que retirarse de la puja por falta de infraestructuras adecuadas. Nada de eso importa ahora en el parque de Zhaolin, donde los artistas chinos de mayor renombre dan el do de pecho para superarse cada año en el principal acontecimiento de la remota Siberia china.
En ediciones anteriores se han atrevido con réplicas de la Gran Muralla, la Ciudad Prohibida, el Palacio de Potala, la Plaza Roja de Moscú y hasta de la Torre Eiffel. A escala, claro. En esta ocasión, surgen del suelo la Esfinge de Giza, los guerreros de terracota de Xian, el Coliseo de Roma, la iglesia de la Sangre Derramada de San Petersburgo... Pero todavía nada ha conseguido superar la construcción 'In memoriam', estrella de la edición de 2007 y dedicada al profesor canadiense Norman Bethune. Tenía 250 metros de largo y 8,5 metros de alto. Todo ello, por supuesto, construido con un único material: H2O en estado sólido.
Pero no sólo el tamaño importa, porque la verdadera diferencia está en los detalles: dragones con sus escamas perfectamente delineadas, rostros de miradas expresivas, e incluso aldabas adornadas con exquisitas filigranas. Algunos bloques de hielo resultan tan transparentes como cristales, un efecto que se consigue utilizando agua desionizada.
Como no podía ser de otra forma en el gigante asiático, el festival de hielo requiere de una dedicación que roza lo sobrehumano. Es, sin duda, un trabajo de chinos. En total, de unos 16.500, que obtienen a mano los bloques de hielo del río Songjiang, que ya está congelado antes del comienzo del invierno. En total, este año se han necesitado 130.000 metros cúbicos y 18 días de trabajo para poner en marcha el espectáculo, compuesto por unas 2.000 piezas, que ya es uno de los principales atractivos turísticos del país en invierno. A este evento se suma desde 1999 la competición de esculturas de nieve que se celebra en la cercana Isla del Sol, donde avispados empresarios han sabido sacar mayor provecho económico del tirón turístico.
Se espera que este año visiten el festival más de 800.000 personas, de las cuales el 90% serán de nacionalidad china. Y eso a pesar de que la entrada principal cuesta 200 yuanes (20 euros), el equivalente a un tercio del salario mínimo en la región. «Entre los extranjeros destacan los japoneses, coreanos, y ciudadanos del sureste de Asia, que están fascinados con el hielo porque muchos no lo han visto en la vida», comenta Liu Ruiqiang, propietario de uno de los parques temáticos, Big World, que espera unos ingresos de 6 millones de euros. «Generalmente es suficiente para cubrir gastos y nada más. Hay años en los que incluso perdemos dinero, pero es una buena manera de promocionar la ciudad».
Y el festival también proporciona una rara ocasión para ver a la población china disfrutar del tiempo de ocio fuera de un centro comercial. Los niños se tiran por toboganes de hielo, los adolescentes terminan mordiendo la pista de esquí, algunos intrépidos jóvenes participan en campeonatos de natación allí donde el agua todavía está en su estado líquido, y los mayores se recrean con la belleza de todo el conjunto vestidos de pies a cabeza con decenas de capas de ropa. Claro que no faltan cientos de recuerdos de dudoso gusto en los que dejarse algunos yuanes, pero el festival es un soplo de aire fresco, y tanto, en medio del bochorno consumista que se ha apoderado del país.
Ahora, la incógnita está en cuándo acabará el festival de Harbin. La decisión está en manos de la meteorología. Y el cambio climático está acortando su duración un poco cada año. Cuando dio comienzo, hace cinco décadas, las esculturas se mantenían en pie hasta bien entrado marzo. Ahora comienzan a derretirse antes del 15 de febrero.