LOS LUGARES MARCADOS

El camello cojito

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Hace un millón de años (permítanme la exageración), leía yo un poema de la inefable Gloria Fuertes, un 'Auto de los Reyes Magos', titulado 'El camello cojito'. La escena, entre cómica y tierna, me hacía sonreír: uno de los camellos (el de Melchor si no recuerdo mal) se había pinchado una pata y causaba el retraso de los tres Reyes. Era una de las tantas salidas cómicas de la poetisa, una broma delicada que terminaba en moraleja de andar por casa. Esa imagen amable se había quedado olvidada en el desván de la memoria.

Pero este año, quién me lo iba a decir, se ha vuelto a hablar de la cojera de los camellos. Y de la de los renos también. Para conformar a los niños que por causa de la cacareada crisis económica van a recibir menos juguetes, se les ha venido diciendo que el animal en cuestión (reno o camello, dependiendo de la tradición de cada casa) tenía una pata rota, que no se le podía cargar en exceso, y que por eso los regalos serían más escasos. Una mentirijilla sin mayor importancia, una verdad encubierta, disfrazada de fábula, adornada y también edulcorada.

Pienso en otros niños. En los que cojean y renquean, cargados de miseria. En los que están enfermos y tristes. En los que no tendrán ni juguetes, ni regalos, ni comida, ni agua. En los que no conocen a esos tales Melchor, Gaspar, Baltasar o Santa Claus, ni tampoco a sus animales. En los que no señalan días de fiesta en sus calendarios. En los niños que trabajan en estercoleros, en minas, en fábricas o en ejércitos. En los que viven en crisis económica todos los años, todos los días, hasta que se les agota la niñez. Y digo yo que alguno de los camellos, siquiera sea el más cojo y despeluchado, debería esta noche de Reyes desviarse a sus casas y dejarles un humilde presente.