Ofensiva 'yihadista'
La amenaza del terror global debe ser atajada en origen, sea en Yemen o en el Sahel
Actualizado:El cierre al público de la Embajada española en Yemen y la total suspensión de actividades de las legaciones diplomáticas de EE UU y Gran Bretaña constituyen algo más que medidas de prevención frente a eventuales ataques terroristas. Representan una línea de decisiones que tratarían de presionar al Gobierno yemení para que tome cartas en el asunto, a no ser que quiera verse considerado como un 'Estado fallido' a la manera de Somalia. Los indicios que apuntan a un creciente protagonismo de Al-Qaida en el país recorren toda esta última década, desde que en 2000 fuese atacado el destructor estadounidense USS Cole con 17 muertos y se comprobara la presencia de activistas yemeníes en las filas del terrorismo islamista en Irak y en Afganistán. No es casual que una buena parte de quienes permanecen detenidos en el limbo jurídico de Guantánamo sean de Yemen. Por otra parte, el señalamiento de este país como uno de los territorios desde los que Al-Qaida continúa amenazando la seguridad en el mundo, y en especial en los países occidentales, no es nuevo ni siquiera en los discursos de Barack Obama. De manera que, como ocurrió con Afganistán y Pakistán, si el 'yihadismo' violento ha logrado asentar una parte de su retaguardia en Yemen se debe también a la tardanza con la que los gobiernos más comprometidos en la lucha contra el terrorismo global han respondido a tan previsible amenaza. Pero la evidencia más inquietante es que, después de que la operatividad de Al-Qaida y de sus grupos afines pareciera reducirse ostensiblemente entre 2007 y los primeros meses de 2009, la reactivación del terrorismo en Irak, la osadía talibán en Afganistán, el asentamiento de la trama terrorista en toda la franja del Sahel africano y la puntual detección de células en países occidentales obligan a pensar en el recrudecimiento de la amenaza global. Una amenaza en cuyo punto de mira están España y los españoles. Puede que concurran intereses políticos e ideológicos en la dramatización del peligro. Pero sería una auténtica insensatez obviar el hecho de que la amenaza es real y que hay que atajarla en origen.