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Sólo uno de cada veinte niños tutelados por la Junta encuentra familia de acogida

Más de 400 menores gaditanos pasarán los Reyes en centros públicos ante la falta de voluntarios que asuman su cuidado

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Los llaman centros de acogida, residencias temporales, acogimientos residenciales o casas hogares. Cualquier cosa que no huela a orfanato para alejar el pensamiento de todo lo que evoca el término: pabellones fríos, abusos y miseria. Las instituciones de acogida de hoy no tienen nada que ver con eso y cuentan con cuidadores profesionales que ofrecen un trato exquisito a los menores. En la provincia atienden a 438 niños de cuya tutela se ha hecho cargo la Junta, bien porque les ha sido retirada a los padres de forma temporal o permanente o simplemente porque fueron abandonados al nacer.

Los pequeños van al colegio, siguen una correcta alimentación y cuentan con el cariño de los trabajadores, pero no tienen una familia. Apenas 22 parejas se ofrecen a acogimientos temporales en Cádiz, una cifra demasiado pequeña que obliga a mantener abiertos los centros. El número ha subido muy poco desde que se iniciaran las primeras experiencias en hogares particulares hace ocho años, una situación que impide la acogida en núcleos familiares.

La gestión con las parejas gaditanas está a cargo de la Fundación Márgenes y Vínculos, que recibe para ello la subvención de la Consejería para la Igualdad y el Bienestar Social. Su misión es decidir qué domicilio es el más idóneo para el niño. Pero en muchos casos se ven obligados a derivarlos a un centro porque no hay vacantes.

Captación de voluntarios

Érica Aragón Ariza es trabajadora social del programa y reconoce que la captación de familias es la tarea más complicada. En este año han conseguido siete, casi un 50% más de lo que ya tenían, lo que ha sorprendido a la organización. La profesional cuenta ahora que «no todos los voluntarios son aptos para realizar la labor», por eso se hace un informe de idoneidad y reciben una formación sobre cómo actuar con el menor durante el proceso y prepararlos para la separación.

Ese es el trance más doloroso y el que frena a las parejas. En el otro lado de la balanza está la satisfacción que supone ser una parte importante del crecimiento de un niño. «A manos de los cuidadores llegan pequeños con cuatro años que no saben hablar bien o que tienen problemas para caminar y cuando reciben la atención adecuada empiezan a adquirir habilidades», recalca Érica.

Los perjuicios

¿Cuál es el motivo para que la Junta retire la custodia a unos padres? Fundamentalmente cuando el hijo queda en situación de desamparo por un abandono voluntario por parte de su familia, si no lo lleva al colegio, existen malos tratos o abusos, inducción a la mendicidad, delincuencia o prostitución o si padece problemas de drogadicción o alcoholismo. También se quita la tutela en el caso de un trastorno mental grave de los padres que influya en el cuidado del menor, así como cuando el entorno familiar perjudique el desarrollo de su personalidad.

El programa que sustenta la Junta tiene distintos tipos de modalidades en función de las necesidades y después del examen de idoneidad es la fundación la que decide a qué bolsa irán los padres temporales. En estos momentos la delegación gaditana cuenta con ocho de urgencia, nueve de acogida simple y seis en régimen permanente.

La trabajadora social recalca que el contacto con los progenitores es lo que lo diferencia de la adopción. Las visitas se realizan en los centros de la fundación y son realmente beneficiosas para los niños si la relación es buena. «Los padres tienen que aceptar que la pérdida de la tutela no es un castigo, sino un trámite para solucionar una situación perjudicial». Habitualmente este contacto es semanal y no hay encuentro con los acogedores.

Al niño se le deja claro que sus padres serán los mismos y que la familia con la que va a convivir no viene a sustituir nada. «Es muy importante que no confundan las figuras para que cuando vuelvan a sus casas de origen sufran el menor trastorno posible», explica Érica.

Junto a ella trabaja Susana Barla, psicóloga infantil, que insiste en los beneficios que le reporta al menor la estancia temporal con una familia de acogida en lugar de ir a un centro. La experta lo nota especialmente en los bebés. «Es muy importante para ellos tener un solo referente en lugar de varios cuidadores que cambian de turno. Les aporta estabilidad y seguridad, lo que les permite desarrollarse más rápido». Susana cuenta que la percepción de las familias acogedoras es que son «máquinas de engordar niños» y sonríe al explicar que la tranquilidad de una atención adecuada les da equilibrio a los pequeños y les abre el apetito. «Eso es sólo un detalle, pero se podrían enumerar muchos más».

Atenciones especiales

A la hora de asignar una familia se tiene en cuenta las necesidades del menor. Bajo la tutela de la Junta se encuentran niños con síndrome de abstinencia que se tratan en el propio hospital, contagiados por VIH y hepatitis y con problemas de movilidad. En estos casos la atención es mucho más especializada. «Tenemos familias profesionales que tienen conocimientos previos para hacerse cargo de estos pequeños, pero son muy difíciles de encontrar». Por lo general suelen estar ocupadas la mayor parte del año.

Asumir el cuidado de los menores separados de sus familias o abandonados supone un gasto importante, por lo que los voluntarios tienen que disponer de recursos suficiente para su manutención. La Administración les ofrece una compensación económica, pero no es demasiado alta. Tampoco el dinero es la motivación principal. «Debe haber una verdadera vocación cuidadora y familiar para que el proceso sea el adecuado», recalca la psicóloga. Sin embargo, los que se interesan por el programa están más asustados por el miedo a la separación del pequeño cuando termina la acogida que por el coste económico. Para eso también hay solución: «finalizar el proceso es doloroso, pero no hay mejor salida que la entrada de otro pequeño en la casa que ocupe el hueco».