Sociedad

De la ceja a la ojera

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En la órbita ocular de José Luis Rodríguez Zapatero se sintetiza buena parte de la andadura de España en el nuevo siglo. Las cejas del presidente, aquel rasgo que aprovecharon algunos notables del mundo del espectáculo para brindarle su apoyo en los días de vino y rosas, han devenido en unas ojeras que se van haciendo más oscuras a medida que salen a la luz los datos macroeconómicos. Podría decirse que aquel estribillo que popularizó Bill Clinton en la campaña de 1992 contra Bush padre -«es la economía, estúpido»- ha cobrado su auténtica dimensión en la España de principios del XXI. Lo que no consiguieron ni el terrorismo ni la oposición -minar la imagen de Zapatero- lo ha logrado con creces la crisis, que ha dejado un país sumido en el aturdimiento y huérfano de liderazgo.

El cambio de siglo cogió a buena parte de los españoles montados en una ola de prosperidad sin precedentes. Eran las vísperas de la desaparición de la peseta, que dijo su adiós definitivo en 2002, y José María Aznar llevaba las riendas del Gobierno después de haber obtenido su segundo triunfo electoral en marzo de 2000. La mayoría absoluta que logró entonces marcó paradójicamente el inicio del fin del PP, embarcado en una política de hechos consumados que le llevó a ignorar evidencias como la masiva oposición de la sociedad española a la intervención en Irak.

El terrorismo doméstico, con una larga experiencia también en eso de cerrar los ojos ante la realidad, aprovechó el cambio de siglo para volver a lo suyo. Rota la tregua del Pacto de Lizarra, ETA perpetró en enero de 2000 el primero de los 23 asesinatos que cometería ese año. Pero el tiempo corría en su contra. El 11-S primero y el 11-M después dejaron claro que ya no hay margen de tolerancia hacia el horror gratuito. Con el atentado de Barajas de diciembre de 2006 la organización terrorista decía definitivamente adiós a cualquier esperanza de acuerdo con el Gobierno y avivaba un proceso de contestación interno que la sitúa cada vez más cerca de su fin.

La negociación frustrada con ETA apenas desgastó a Zapatero, que sin embargo se vio desbordado cuando dos años después empezaron a vislumbrarse los primeros signos de una crisis que ha reventado la burbuja inmobiliaria y ha puesto en evidencia los desequilibrios de la economía española. Además de empobrecer a muchos ciudadanos que invirtieron en vivienda atraídos por revalorizaciones sin parangón, el derrumbe del ladrillo ha arrastrado a otros muchos otros sectores y ha elevado el paro hasta el 19%. Las cifras ponen en entredicho el discurso voluntarista de Zapatero, lastrado por su falta de credibilidad entre el 'establishment' económico. Sus guiños sólo convencen ya a los más próximos. Los demás únicamente ven unas ojeras cada vez más grandes.