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Vuelve el guerrero negro

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Quizá sea cierto eso de que el descanso del trabajo también forma parte del trabajo. Incluso el Sumo Hacedor se sintió fatigado después de crear el mundo en seis días y tuvo que tomarse un asueto al séptimo. Quizá eso justifique una cierta precipitación. No sé si algún teólogo se ha atrevido a reprocharle el apresuramiento, en vista de que le salió algo evidentemente muy mejorable. Acaso si se hubiese tomado más tiempo, ya que lo tenía todo por delante, las cosas hubiesen sido distintas para sus criaturas temporales. A Obama, al que hemos confundido con el Redentor de nuestra época, sí le están reprochando que se canse y se tome vacaciones. Quieren que trabaje como un negro y sus enemigos políticos, que los tiene de todos los colores, le critican severamente porque está de vacaciones en Hawai, en vez de estar al pie del cañón, con tanta artillería desplegada como hay.

Siempre nos han dado risa los monicacos que cuando ostentan un carguito, ya sea local, provincial o nacional, aseguran que no tienen ni un minuto libre. ¿Qué sería de estos pobres diablos si tuvieran que ocuparse del infierno en el que se ha transformado el mundo? Está claro que la atención que se requiere para estar condolido por el atentado suicida de Pakistán, donde murieron 88 personas, a las que gustaba el voleibol, no puede invertirse para lamentar las defunciones provocadas en Afganistán. ¿Qué puede hacer Obama? No siquiera su poderoso país tiene tantas banderas para enjugar las lágrimas. Demasiada responsabilidad la suya. No hay que exigirle la permanencia. Que siga en Hawai. A nuestros líderes, cuando se toman un descanso, también hay que agradecérselo. Brillan más por su ausencia y además le dan una oportunidad de recuperarse a lo que queda de lo que hace poco llamábamos economía nacional.