SE ACABA EL MUNDO
Lo de ayer por la mañana en el centro de Jerez me recordó a las escenas más tremebundas de 'Cuando ruge la marabunta'La Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados
Actualizado: GuardarNo estoy seguro de que estas letras lleguen a publicarse. No sé si mañana -hoy para el lector- llegará un nuevo día. Y no crean que me han estampado una maceta en la cabeza o que me ha dado por ponerle zancadillas a los trenes o tirarle piedras a los aviones. No, no estoy loco -creo- pero a tenor de lo que he presenciado esta mañana en las calles más céntricas de Jerez, he de decirles que he llegado a la conclusión de que el mundo, tal y como lo conocemos hoy día, debe estar a punto de firmar el finiquito. Quien arriba firma tiene la suerte y el placer de vivir en pleno centro de la ciudad, un lujo que no se aprecia en su justa medida hasta que no se experimenta. Muy recomendable, créanme. Bien, pues desde que mis huesos descansan en la preciosa calle Corredera no había visto nada igual. Ayer se produjo un fenómeno similar al de Semana Santa, una invasión en el más estricto sentido de la palabra; un acontecimiento tal que suscita cierto acojonamiento y una pregunta clara: ¿Dónde está toda esta gente el resto del año? Lo de ayer por la mañana en el centro de Jerez me recordó a las escenas más tremebundas de aquella épica película titulada 'Cuando ruge la marabunta'. Miles y miles de personas colapsaban a pie y en coche unas calles y plazas que, excepto cuando sale un paso de cualquiera de nuestras hermandades, suelen ser, de tranquilas, un lugar idóneo para echarse una siestecita. En las tiendas no se cabía, se podía percibir perfectamente el olor a plástico quemado de las humeantes tarjetas de crédito, la gente se miraba con recelo como pensando «vamos a comprar ese reloj antes de que se lo lleve el tío del bigote que está entrando por la puerta». Todos hacían acopio de regalos, detallitos, compras e, incluso, comida. Como les decía al comienzo y como suele comentar una buena amiga mía cuando presencia una de estas escenas de histerismo consumista, parecía que el mundo estaba a punto de irse al garete. Lo de aparcar... Recientemente escuché que existen más probabilidades de que te caiga encima un meteorito que de que te toque la Lotería de Navidad. Ayer en el centro era más fácil encontrar un décimo premiado con el Gordo que encontrar aparcamiento. Los subterráneos estaban completos, tanto el del Arenal como Doña Blanca, y fuera, los coches aparecían estacionados en los lugares más inverosímiles. Todo estaba cogido. Todo. Y, claro, cuando ocurren estas cosas es cuando uno se cree que es verdad, que en Jerez ya somos más de 200.000; y te lo crees porque los estás viendo ante tus narices. Y te alegras de que, pese a la maldita crisis, la gente esté en disposición de echarse a las calles como si fuese el último día de la historia de la raza humana para comprar, o como si el Xerez Club Deportivo hubiese ascendido de nuevo a Primera División. Es una verdadera lástima que el resto del año haya muchos días, demasiados, en los que dando un paseo por el centro tengas más posibilidades de cruzarte con un oso polar que con una persona. Es penoso que en estos últimos meses una treintena de negocios hayan tenido que dar cerrojazo por falta de ventas y clientela. Lo del centro de Jerez es como lo del turismo. Al principio de los tiempos, España tuvo luchar contra la estacionalidad, conseguir que el turista no fuese sólo de sol y playa, no viniese sólo en verano. Pues aquí igual. Hay que conseguir que la gente no solo venga al centro en Navidad y Semana Santa, aunque he de reconocer que con los macrocomplejos comerciales que hay y que se están construyendo en el extrarradio, complicado lo tienen los comerciantes de Acoje y Asunico. De todo lo que vi ayer, sólo saque dos conclusiones positivas o dos motivos de alegría. El primero, por la suculenta caja que hicieron los negocios ubicados en el centro, el segundo porque pude comprobar que no soy el único que deja los regalos de Reyes para el último día.