El ilusionista ilusionado
Según el relato de Zapatero, hemos vivido la crisis más corta de nuestra historia económica
Actualizado:El presidente Zapatero ha cerrado su peor año desde que vive en La Moncloa con dos intervenciones. Una, extensa, en rueda de prensa tras el último Consejo de Ministros, acerca de los planes y medidas inmediatos para afrontar la situación económica. Otra, muy breve, a través de la página 'web' de la presidencia española de la UE, en torno a los objetivos de esa presidencia semestral. Entre el Zapatero presencial y el virtual, entre el doméstico y el europeo, entre el prolijo y el sintético, un rasgo en común: eso que algunos llaman el optimismo antropológico y que más bien es ilusionismo patológico. El ilusionismo que nos está costando tan caro en esta crisis y, por lo que parece, nos va a seguir costando.
Zapatero apunta ahora a reformas entre las que descuellan la laboral, la de la Seguridad Social y la de las pensiones y las promesas de mayor austeridad de las administraciones. Eso habría estado muy bien si se hubiera planteado un año antes, o, incluso hace casi dos años, en la propia investidura tras las elecciones de marzo de 2008. Recordemos que España lleva destruyendo empleo neto desde el tercer trimestre de 2007. Por eso, las reformas que ahora se preconizan llegan tarde y no llegan hasta donde deberían llegar. Como dicen los ingleses,'too little, too late'.
La preocupación de Zapatero no tiene que ver con la resolución de los problemas, sino con la percepción por la gente de los mismos. Esa actitud de ilusionista le ha llevado a retrasar el reconocimiento de los problemas hasta que fue materialmente imposible seguir haciéndolo y le lleva ahora a anticipar la buena nueva de su superación mucho antes de que razonablemente existan elementos en qué sustentarla. Para quien haya ido siguiendo el hilo del relato de nuestro presidente y, sobre todo, para quien lo haya ido creyendo, resultaría que hemos vivido la crisis más corta (y más indolora) de nuestra historia económica: nos llegó más tarde, se fue más pronto y no nos costó sacrificio alguno.
El problema del ilusionismo como método político es que se lleva muy mal con la Estadística. Y, claro está, con nueve trimestres consecutivos de destrucción de empleo neto, con cuatro millones y medio de parados, con un déficit público de dos dígitos, y sin ninguna señal en el horizonte de mejora más o menos inmediata ni en el paro ni en el déficit, no hay ilusión que se sostenga.
De ahí el acelerado deterioro de la imagen de Zapatero, probablemente ya irreversible en alguna medida. Él en cambio cree que una manita de pintura azul, la de la enseña europea hasta en la sopa en este semestre, le puede devolver el lustre perdido. El ilusionista se deja llevar por una ilusión. Es el único error que no puede permitirse. El ensueño europeo tendrá un amargo despertar.