Por buen camino
Ningún automovilista debería sentirse empujado a conducir de modo imprudente
Actualizado: GuardarLa noticia de que las personas fallecidas en accidente de carretera el pasado año no llegaron a 2.000 sigue siendo estremecedora. Pero la reducción de la mortalidad en el tráfico durante 2009 permite valorar tanto el efecto persuasivo de las medidas penales y sancionadoras adoptadas, como su poder de disuasión. Es notoria la creciente sensibilización sobre las consecuencias irreversibles que provoca la siniestralidad vial. También por esto conviene subrayar que la evolución de la cifra de accidentes con víctimas mortales, las cuales disminuyeron el 13% en los últimos doce meses, no invita a una lectura complaciente ante los 1.897 fallecimientos contabilizados, sino que obliga a redoblar esfuerzos para procurar que el año que ahora comienza se vea libre de tantas informaciones luctuosas. La reducción de la mortalidad refleja dos cambios fundamentales en la conducta de los automovilistas: que los usuarios pilotan el vehículo de forma más responsable, conscientes de los peligros que entraña la conducción, y que utilizan el coche de manera más racional. El descenso tiene que ver con un recorte en la siniestralidad que puede derivarse de la ingesta de alcohol y con una mayor sujeción a los límites de velocidad. Resulta además esperanzador que la mortalidad haya descendido por debajo de los 24 años y entre los motoristas; lo que indicaría una toma de conciencia más en paralelo al inicio de la conducción. Por otra parte, el paulatino aumento de las matriculaciones y de personas con permiso de conducir parece compensarse con una utilización más restringida del vehículo. La mayoría de los accidentes de tráfico son causados por los excesos o los despistes de los conductores. Pero estas mismas fechas navideñas demuestran que la responsabilidad de los siniestros es más colectiva, y atañe a los acompañantes de quien lleva el coche, al clima eufórico generado en su entorno y a las prisas por apurar las posibilidades del ocio o las oportunidades profesionales. Ningún automovilista debería sentirse empujado a conducir más allá de los límites que su propio criterio de prudencia le dicte; y nadie debe incitar a un conductor a rebasar una velocidad razonable o a tomar el volante cuando no esté en condiciones de salir a la carretera.