«Yo sí me esperaba cumplir cien años»
El geriátrico Gecosol acogió ayer la entrañable fiesta de cumpleaños de esta mujer natural de San Fernando Rodeada de su familia y con una gran lucidez, Josefa Martínez sopló las velas de su centenario
EL PUERTO.Actualizado:No necesitó que nadie le ayudara a dar buena cuenta de su tarta de cumpleaños. Ella sola tomó la cuchara y degustó su porción con una avidez que evidencia su buen apetito. Josefa Martínez sopló ayer las velas de su cien aniversario y se emocionó escuchando el 'Cumpleaños feliz' en las voces de sus seres queridos que la visitaron en la residencia de ancianos de El Puerto donde esta isleña se encuentra desde hace dos años. Al ir y venir de las visitas propias de la fecha se sumó ayer otra anécdota que rompió la monotonía en el geriátrico Gecosol, en Valdelagrana. No todos los días un residente cumple nada menos que cien años y en perfecto estado mental e incluso físico. Los familiares y los trabajadores del centro comentaron la buena de salud y la lucidez de la abuela, pero la protagonista permaneció ajena a la proeza y aseguró tranquilamente que llegar al centenario no ha sido una sorpresa para ella. «Yo sí me esperaba llegar a esta edad porque siempre me he encontrado sumamente fuerte». Para su hijo Manuel existen además otros motivos. «Es una fiera, por eso está ahí. Tiene un carácter muy fuerte. Hoy no se ha dejado depilar porque no le ha gustado el modo en que se lo han dicho». Manuel dió fe de la ausencia de enfermedades o simpleas achaques en su madre.
«Si le hicieran una analítica saldría como la de un niño de seis años. Va en silla de ruedas porque es más cómodo, y porque tal día como hoy hace un año se rompió la cadera. Pero si le decimos que se ponga de pie, lo hace seguro».
Palabras con experiencia
Josefa nació en San Fernando en 1910 y su vida ha estado marcada por el fallecimiento de dos de sus tres hijos. Uno con sólo cinco años, y el más pequeño, con 35. Por eso, dijo convencida que «hay que disfrutar de la vida, a pesar de los malos momentos. Y yo no lo he hecho». Pero antes de estos tristes episodios que empañaron sus días, vivió una juventud muy alegre en su tierra natal. «Estudié la educación básica, mi padre era dueño de un astillero y yo me casé con un obrero. Mi familia quería otra cosa para mí, les parecía poco. Pero yo fui feliz en extremo. Él era un marido enamorado de su mujer a más no poder». Después de casarse se marchó a Madrid, donde vivió varios años extrañando su ciudad. «Nos vinimos antes de que estallara la Guerra, por motivos de trabajo. Mi marido era madrileño en extremo, le encantaba, pese a que era de Cádiz. Pero Madrid no era para mí. Hacía falta mucho dinero para vivir».
Los recuerdos iban y venían mientras acariciaba a uno de sus siete bisnietos. A su lado se encontraba su hermana Encarna, de 95 años. «Sólo quedamos las dos. Éramos ocho hermanos». También tuvo un recuerdo para tres de sus seis nietas, que se encuentran en Galicia. «Pero para mí son todos iguales y les quiero lo mismo».
Por eso, porque les quiere bien, les aconsejó que sean tan fuertes como ella. «Bueno de carácter no (risas), pero que tengan mucha educación con todo el mundo y que sepan estar en todas partes y sobre todo que disfruten de los buenos momentos de la vida, porque los malos también llegan y hay que aguantarlos».