Cambio de rumbo
Actualizado:En el terreno de la educación a menudo andamos desorientados y no conviene que perdamos nuestro norte (Polaris, estrella polar) o el sur (Cruz de Magallanes). Muchos humanos anteriores a nosotros han navegado ya por nuestras aguas y nos han dejado marcadas muchas rutas y nuevas posibles aventuras. Es lo bueno de nuestras buenas cadenas de transmisión cultural a lo largo de la historia. Pinturas rupestres, pictogramas, tablillas, códices, papiros, manuscritos, libros, y nuevos medios electrónicos de comunicación dan buena cuenta de lo que nos ha preocupado e interesado a los seres humanos a través de estos miles de años.
A lo largo de mi existencia afortunadamente he podido recibir una pequeña, pero muy reconfortante, parte de ese legado de la humanidad. Tuve una educación de raíces cristianas y humanistas en mi infancia y mi primera juventud. Luego en mi etapa universitaria, por mis propias opciones académicas, tuve una formación eminentemente laica y también humanista. Y en mi vida profesional he tenido la inmensa compensación que lleva aparejada el poder ejercer una labor educativa de carácter reflexivo, también apuntando al desarrollo de un pensamiento humanista con inquietudes sociales.
Desde aquí quiero destacar la enorme importancia de la integración de los saberes, las creencias y las artes. Integrar el conocimiento con la espiritualidad, las ciencias, las tecnologías y las formas de desarrollo social con las artes, la poesía y la música con las distintas formas de religión. Se trata de buscar la complementariedad y de disfrutar de todas las facetas de la vida, teniendo siempre presente también el mayor disfrute de los demás.
Suele ocurrir que al discurso político prioritariamente le interese la organización social y no tanto la plena realización humana. Pero las personas somos concientes de que la totalidad de la existencia se encuentra en nuestro propio interior, y que es ahí donde podemos encontrar la comprensión integral de la vida.
Decía Sócrates que la verdadera sabiduría se mostraba en la armonía con uno mismo, con los demás y con toda la naturaleza, pero primero había que mirar a nuestro interior. En nuestra vivencia interna es donde siempre encontraremos la plenitud de la vida. Ahí es donde encontraremos serenidad, ecuanimidad, fortaleza y esperanza, y es ahí donde recrearemos nuestra imaginación, donde gozaremos de la belleza, y donde también buscaremos incesantemente la justicia y la solidaridad.
Se pensaba ya en la Antigüedad que las personas sabias eran aquellas capaces de invertir los estados de ánimo, y cambiar unos perniciosos por otro saludables.
Eso es lo que podríamos pretender en un día como hoy en que terminamos un viaje planetario en torno al sol y comenzamos otro (siempre lo hacemos.). ¡Feliz Año Nuevo!