Inditex: 600.000 euros fijos para Amancio Ortega
Actualizado: GuardarAl acabar las doce campanadas, mientras alzan la copa de cava y tragan el último grano de uva, a muchos banqueros españoles se les escapará un suspiro de alivio. Por fin -pensarán- se despide este año maldito. Un año que ha discurrido de marejada en marejada, con las naves financieras a punto de zozobrar en una tormenta perfecta de quiebras, morosidades, fusiones y ayudas estatales; un año, en fin, que ha dejado al descubierto las vísceras más hediondas del sistema capitalista. Pero, al contrario de lo que les sucede a casi todos sus paisanos, los banqueros españoles podrán al menos sonreír mientras ojean los números de sus cuentas (poco) corrientes. Unas cifras casi secretas que pronto dejarán de serlo: la nueva Ley de Economía Sostenible, sobre la que el Gobierno pretende edificar el futuro del país, obligará a publicar cuánto cobran los altos directivos de las grandes empresas. Algo que ya cumplen algunas firmas (como el Santander o el BBVA), pero que otras, como Telefónica, hacen a regañadientes, al limitarse a anotar el dinero que perciben sus ejecutivos en conjunto. Incluso las Cajas de Ahorro, que hasta ahora se escapaban de estos requisitos, deberán señalar explícitamente lo que se embolsan sus dirigentes. Tras un año demasiado oscuro, la sociedad pide, al menos, claridad.
La publicación de los salarios garantizará varias sorpresas y no pocas interjecciones. En 2009 se vivió un pequeño anticipo, cuando se conoció la pensión vitalicia de José Ignacio Goirigolzarri, consejero delegado del BBVA, jubilado a los 55 años: unos tres millones de euros al año. Una cifra desorbitada para el común de los mortales, pero que palidece ante el propio sueldo de 'Goiri' hasta entonces. Según recoge la Memoria Anual del BBVA, el banquero vasco recibió en 2008 un salario de 4,609 millones de euros: 1,425 millones de paga fija y otros 3,183 como retribución variable ('bonus'), en función de la consecución de diversos objetivos. Todo ello sin contar premios especiales y reparto de acciones de la entidad. Fue uno de los diez ejecutivos mejor pagados de España, aunque sus emolumentos quedaron muy lejos del hombre que encabeza la clasificación: Alfredo Sáenz, consejero delegado del Banco Santander, cuya nómina del año pasado ascendió a 8,440 millones de euros. O lo que es lo mismo: casi 24.000 euros al día. Mil euros a la hora. Un lunes cualquiera, este abogado y economista vizcaíno de 67 años, casado y padre de cuatro hijos, antiguo estudiante de solfeo y amante de la música clásica, gana más que el trabajador medio español en todo un año (20.390 euros, según el Instituto Nacional de Estadística).
El Banco Santander coloca a varios de sus dirigentes entre los mejores pagados de España. Además de Sáenz, consejeros como Francisco Luzón o Matías Rodríguez Inciarte disfrutan de nóminas muy aseadas. Todos ellos, curiosamente, anteceden en la lista a su verdadero jefe, el presidente de la entidad, Emilio Botín, que tiene que apañarse con un sueldo de 3,292 millones de euros anuales. Su hija Ana Patricia, presidenta de Banesto, cobra un salario que apenas supera los 3 millones. En ambos casos, la clave de sus ingresos no reside tanto en la cuantía de la nómina como en el dinero que les reportan sus acciones. De manera directa o indirecta, Emilio Botín controla más de 174 millones de acciones, el 2,42% del banco.
Tras Sáenz, el segundo asiento en esta peculiar lista de millonarios corresponde a Ignacio Sánchez-Galán, presidente y consejero delegado de Iberdrola. Su salario (6,51 millones de euros) no es pequeño, pero Sánchez-Galán tiene otros argumentos para reclamar el liderazgo en 2008. Además de su nómina, el único consejero ejecutivo del gigante Iberdrola recibió un premio especial de 10,236 millones «en concepto de 'bonus' por consecución de objetivos de planes estratégicos con carácter plurianual y situaciones excepcionales», según rezan las Cuentas Anuales de la entidad. Así que Sánchez Galán cobró 16,7 millones de euros. Para 2009, el consejo de Iberdrola acordó «congelar las retribuciones» de sus ejecutivos.
Por debajo de la simple enumeración de cifras, late una pregunta: ¿por qué los altos directivos cobran lo que cobran? Las memorias anuales de todas las entidades aludidas dan una respuesta estándar, en la que se refieren al mercado internacional. La política de retribuciones «ha de hacer posible atraer y retener a los profesionales más sobresalientes -indica el Banco Santander-. Debe tenerse en cuenta, además, que el mercado en el que compite es el de las mayores instituciones bancarias internacionales».
Una reflexión que no convence al ingeniero Gustavo Mata Fernández-Balbuena, ex directivo de empresas como Leche Pascual y profesor de varias escuelas de negocio: «Los altos directivos se fijan sus propias retribuciones en un juego impúdico de espaldas al mercado y en el que oferta y demanda se confunden. Son a la vez juez y parte. Ellos mismos lo reconocen cuando ligan su sueldo a los beneficios. Eso sólo es posible en las situaciones de monopolio; en condiciones normales, el salario lo fijaría el mercado y punto. Pero nadie desenmascara este juego».
Los sueldos de los altos directivos deben ser propuestos por la comisión de retribuciones de la empresa y finalmente aprobados, junto con el resto del informe anual, por la junta general de accionistas. Un trámite que suele resolverse sin mayor problema que alguna protesta aislada: «Las juntas podrían poner coto, pero no lo hacen -reconoce Mata-. Son como aquellas ovejas que sólo se preocupan de recibir su comida». Fernando Igartua, presidente del Instituto de Consejeros y Administradores, aboga por votar por separado la política retributiva de las empresas. Algo que ya incluía, como recomendación, el Código Unificado de Buen Gobierno aprobado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (el llamado 'Código Conthe') y que casi ninguna sociedad cumple. La nueva Ley de Economía Sostenible pretende cambiar esta conducta y obligar a la votación separada, aunque con carácter únicamente consultivo.
Cazatalentos
El argumento de la competencia internacional tampoco convence al profesor Mata. «¿Posible fuga de cerebros? Cuentos. Hay cantidad de cerebros esperando una oportunidad... Existe una endogamia brutal: la alta dirección es coto de unos apellidos o de unas pocas escuelas de negocios».
Para escoger a sus primeros espadas, las grandes entidades siguen dos caminos, según explica Jorge Gabiola, abogado y secretario del consejo de administración de Tubos Reunidos: «O bien se recurre a los 'headhunters' (cazatalentos) o bien se siguen sistemas de promoción interna. Algunas compañías -admite- también cierran grandes fichajes con vinculación política, pero suelen ser excepciones».
Los 'headhunters' son empresas internacionales que funcionan como agencias de colocación al más alto nivel. Egon Zenhder, con oficinas en Madrid y en Barcelona, es una de estas asesorías especializadas. «Nosotros trabajamos sobre mandato» -explica Guillermo Ruiz-Pita, consultor-. «El cliente busca un director general o un consejero delegado y marca las competencias que desea: puede buscar dotes de liderazgo, capacidad de reducción de costes, impulso de ventas... Depende de en dónde se ponga el énfasis, se obtiene el perfil adecuado». Y para eso no hacen falta currículos ni cartas de presentación. «Nosotros los conocemos. Llevamos ya muchos años y vemos qué dirigentes lo están haciendo bien. La gente ni pone ni acude a un anuncio: son vías más discretas». Eso cierra la puerta a la sorpresa: «Para buscar un consejero delegado no se puede recurrir al talento que no está probado. Puede ser alguien desconocido, pero que ya lo esté haciendo bien en un puesto de responsabilidad», matiza Ruiz-Pita.
Y a grandes fichajes, grandes sueldos. «Pero tengo la seguridad -advierte Ruiz-Pita-, de que a estos niveles las personas no se mueven por dinero. A un buen director general no se le consigue por pagarle una peseta o un millón de euros más, sino porque le convence el proyecto, el crecimiento profesional, la responsabilidad. O por razones de ego y de poder. Ahora bien, todo cambio conlleva un riesgo y la retribución económica viene a compensarlo».
No todos ganan lo mismo. Gabiola, secretario del consejo de administración de una empresa de capitalización media, precisa que «la mayor brecha» se abre «entre las grandes compañías internacionales y las demás». Casi todos los altos ejecutivos de las firmas del Ibex 35 figuran en el 'club del millón' (con sueldos superiores al millón de euros anuales), pero, entre las demás firmas que cotizan en el parqué madrileño, las cantidades que se mueven dependen del tamaño de la empresa: más allá del caso sobresaliente de Pedro Ballvé (Campofrío), que dirige una sociedad familiar que ya se ha convertido en multinacional, las nóminas de los altos cargos no suelen alcanzar los seis ceros. Como ejemplos a vuela pluma, el consejero delegado de Unipapel cobró 377.000 euros anuales en 2008; el de Ercros recibió 594.000 euros; y el presidente de Pescanova, 709.000 euros. Al igual que en el fútbol, jugar en la Primera División de la bolsa española luce mucho más.
Inditex es un caso sorprendente entre las grandes compañías españolas. No sólo por la fantástica aventura personal y empresarial de su discreto dirigente, Amancio Ortega, que supo levantar un imperio desde la nada, sino también por su política de retribuciones. El dueño de Zara escapa a la habitual tentación de ponerse un sueldo con mil apartados y complementos. Según recoge la Memoria Anual de Inditex, su presidente ejecutivo, Amancio Ortega, cobra un salario fijo de 600.000 euros «por todos los conceptos». Haga sol o truene, Ortega recibirá esa cantidad, bastante menor de la que percibe su consejero delegado, Pablo Isla. El premio, si las cosas van tan bien como suelen en Inditex, le llega por su condición de máximo accionista de la compañía: controla el 60% de la empresa.