Un manifestante antigubernamental, con mascarilla y armado de piedras, desafía a los antidisturbios durante las protestas en Teherán. :: AFP
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La fractura iraní acosa a Jamenéi

Las protestas se vuelven contra el líder supremo mientras aumenta la represión contra destacados reformistas

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Las ocho muertes de manifestantes por disparos y golpes de las fuerzas de seguridad el pasado domingo además de las trescientas detenciones practicadas vuelven a reavivar la contestación a un régimen iraní que ha endurecido su línea represiva al lanzar una nueva caza de brujas contra las figuras del reformismo. Destacados asesores del líder opositor, Mir Husein Musaví, así como colaboradores del ex presidente Mohamed Jatamí y activistas de movimientos sociales han sido los últimos en engrosar la interminable purga dentro del propio sistema por parte de los sectores ultraconservadores. Una purga que dura ya seis meses y que ha sido incapaz de frenar unas protestas que algunos medios reformistas ya califican de Intifada.

Con cada muerte por la acción represiva, el régimen islámico se crea un nuevo problema. El joven Alí Habibi Musaví, sobrino del dirigente reformista, se ha convertido en el nuevo Nedá de la oposición. A la joven que llevaba ese nombre la asesinaron durante una protesta el 20 de junio y su agonía fue recogida por la cámara de un móvil. A Alí le dispararon el domingo a bocajarro en plena calle Enqelab nada más iniciarse la Ashura, fiesta sagrada del calendario chií, en la que se conmemora el martirio del imán Husein y que se convirtió en una nueva jornada de lucha.

A cada fallecido le sucede el luto. Las webs reformistas informaron ayer de la presencia de «cientos de personas» a las puertas del hospital Ibn-e Sina de Teherán en el que se encontraba el cuerpo del joven Musaví. Un cadáver «desaparecido», según los familiares, pero que había sido «protegido para completar la investigación policial, realizarle la autopsia y encontrar nuevas pistas sobre este suceso sospechoso», según la agencia oficial Irna, que aseguró que los rumores sobre la ocultación del cuerpo seguían «el hilo de las mentiras que se cuentan desde las elecciones». Las fuerzas del orden cargaron contra los que se concentraron frente al centro sanitario dando lugar a nuevos enfrentamientos en la capital iraní.

«¿Qué le ha pasado a un sistema religioso para matar a gente en una jornada santa como la de Ashura?», se preguntaba en voz alta el clérigo reformista Mehdi Kerrubi, derrotado en las urnas por Ahmadineyad según el polémico recuento oficial. Una jornada más fueron las páginas digitales de la oposición las únicas en ofrecer imágenes de los altercados y dar voz a los sublevados, informaciones que rápidamente los medios del régimen trataron de neutralizar con versiones oficiales de los hechos.

Pilares de la revolución

Aunque el Gobierno de Teherán culpa a Occidente de estar detrás del 'movimiento verde', las principales víctimas son antiguos dirigentes de la cúpula islámica. Gente como Ibrahim Yazdi, líder del Movimiento por la Libertad y ex ministro de Exteriores del primer Ejecutivo que siguió al estallido de la revolución en el año 1979, que ayer fue detenido en su domicilio de la capital. Los actuales dirigentes están devorando a antiguos pilares del sistema que acabó con el sha y no respetan ni a los colaboradores más cercanos del ex presidente Mohamed Jatamí. Son los casos de Morteza Haji, Hasán Rasulí, Ghorban Behzadan Nayad, Mohamed Bagherian o Ali Reza Behesti, todos ellos conducidos a prisión tras los graves enfrentamientos del domingo. Personas que levantaron la República Islámica jugándose la vida y muchos de ellos personajes cercanos a la figura de un imán Jomeini al que la mayoría añora por su capacidad de cohesionar a una sociedad absolutamente fragmentada desde la reelección presidencial de Mahmud Ahmadineyad. Otro de los detenidos fue el periodista y escritor Emadedin Baghi, ganador de varios premios internacionales por su lucha en favor de las libertades y fundador del comité de defensa de los presos.

A las demandas de apertura política y cambios en el sistema, hay que añadir el grave descontento creado en la sociedad persa por la política económica de un Ahmadineyad que ha elevado la inflación hasta un 30%, según las webs reformistas, y que ha favorecido a las empresas de una Guardia Revolucionaria que monopolizan gran parte de los negocios del país. ¿Qué piden ahora los manifestantes? Atrás quedaron las exigencias de nuevas elecciones o los gritos contra el presidente. Las quejas van dirigidas a lo más alto del sistema, a un líder supremo como el ayatolá Jamenéi cada vez más cuestionado.