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EE UU admite el grave fallo de seguridad
Obama ordena revisar las listas de pasajeros sospechosos que se manejan en las aduanasEl presidente asegura que no descansará «hasta encontrar» a los responsables de la preparación del ataque frustrado
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarEl intento de atentado terrorista en Detroit el día de Navidad no pudo llegar en peor momento, con millones de personas desplazándose en avión de un lado a otro de EE UU con motivo de las fiestas, mientras la tranquilizadora voz de Obama apenas se escuchaba desde su lejano retiro vacacional en Hawai. A la acumulación de preguntas de por qué el nigeriano Umar Faruk Abdulmutallab -autor del fallido ataque- no fue detectado antes de subirse al Airbus de Northwest-Delta ha tratado de responder la secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, con resultados contradictorios.
A primera hora de ayer, Napolitano compareció en la cadena NBC para rectificar sus palabras y la de otros altos responsables del Gobierno que argumentaron que las medidas de control habían funcionado «correctamente». «No fue así en esta ocasión. Nadie está satisfecho con lo sucedido, por lo que hemos ordenado una profunda investigación», reconoció.
El aumento de las críticas movió a Obama a ordenar la revisión de los dos grandes pilares del sistema de seguridad aérea: las listas de pasajeros y los equipos de control en los aeropuertos. Además, el inquilino de la Casa Blanca aseguró que él y su Gobierno no descansarán «hasta encontrar» a los implicados en el atentado fallido. Desde Hawai, señaló que está haciendo «todo lo que está en sus manos» para mantener la seguridad de los viajeros en estas fechas vacacionales. Algunos miembros del Congreso se sirvieron de la polémica para cuestionar por qué, ocho años después de los atentados del 11-S, las medidas son incapaces de evitar que se cuelen en los aviones bombas de fabricación casera.
Mientras, el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes decidió convocar con carácter urgente una serie de audiencias sobre los fallos en la seguridad aérea. El presidente del comité, el independiente Joe Lieberman, y la republicana de mayor rango, Susan Collins, señalaron que se examinarán las vulnerabilidades del sistema de vigilancia y, en particular, la razón de que los nombres de los pasajeros que llegan a EE UU no son debidamente cotejados con la base de datos del Gobierno.
Vínculos extremistas
El nombre de Abdulmutallab estaba en una lista de sospechosos por vínculos con extremistas, pero Napolitano dijo que la información sobre el joven nigeriano no era suficientemente grave como para impedirle subir a un avión comercial.
Los congresistas también quieren saber por qué sólo un reducido número de pasajeros es sometido a escáneres de cuerpo completo. «Tuvimos mucha suerte esta vez pero quizá no la próxima», indicó Lieberman. Collins reflexionó, por su parte, sobre la idea de que si esta vez cerca de 300 personas se salvaron de un ataque terrorista, la seguridad de la nación «no puede depender de la buena suerte, la valentía de los otros pasajeros o los errores de los enemigos».
Medios norteamericanos han destacado que Abdulmutallab recibió en Yemen entrenamiento de Al-Qaida, que apenas cuatro días antes del fallido atentado había advertido de que llevaría «una bomba a los enemigos de Dios». «Toda la trama fue diseñada por militantes de Al-Qaida», afirmó la cadena ABC citando fuentes de la investigación.
Algunas filtraciones de los datos que maneja el FBI apuntan a que el terrorista entró en contacto con un imán radical de Yemen que luego lo conectó con líderes de la red de Bin Laden en un pueblo al norte de Saná, la capital. Abdulmutallab sí reconoció haber vivido con líderes de Al-Qaida en Yemen durante un mes, tiempo en el que fue entrenado. Poco después habría recibido la visita de un saudí, experto en bombas, que le proporcionó el explosivo con el que pretendió volar el Airbus.
Por su parte, Al-Qaida se atribuyó ayer la responsabilidad de la frustrada acción en un comunicado por Internet. El intento de ataque es considerado un acto de venganza por dos ataques de la aviación norteamericana contra objetivos en Yemen.