Odiados por haber nacido Miedo a la Embajada iraní Centro de las miradas
Un negro albino de Malí y un gay iraní huyeron de su país para pedir asilo en España. Tuvieron suerte. En 2008 sólo lo lograron 115 personas y hubo 4.516 solicitudes
Actualizado: GuardarNacieron en el lugar equivocado. Ninguno de los dos decía una palabra más alta que la otra y tampoco hacían daño a nadie. No importaba. Sin quererlo ni beberlo, les colgaron un sambenito atroz: 'Tú sobras en esta sociedad'. Quien acabara con su vida estaría libre de culpa. Sólo ellos eran culpables. ¿Su delito? Haber nacido. Abdoulaye Coulibaly y Alí (nombre ficticio) son dos de los últimos refugiados políticos en España que más conocemos. Abdoulaye es un albino de raza negra nacido en Malí -el primero que recibe protección en nuestro país- y Alí, un gay de Irán. Sus casos han saltado a los medios de comunicación al tiempo que la nueva Ley de Asilo, en vigor desde noviembre, empezaba a recibir sus primeras críticas desde entidades como CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado).
¿Que por qué? De momento, por una razón muy clara: ahora se restringe el derecho de asilo a los solicitantes que no pertenecen a la Unión Europea. Es una manera de hacer realidad la idea de espacio único con todas sus consecuencias. En CEAR no les consta que haya más países del Viejo Continente que limiten el cobijo a los ciudadanos extracomunitarios, pero no se les escapa una paradoja: cada vez hay más gitanos checos que vuelan a Toronto para demandar refugio. En palabras del colectivo zíngaro, se sienten «amenazados por una sociedad especialmente xenófoba». Así pues, no dudan en coger el avión y olvidarse de Europa. En 2008 fueron más de 800 los que tramitaron sus papeles en Canadá. No se puede negar que la elección de este destino, y no otro, despierta curiosidad. El gobierno de Praga lo achaca a «una moda» y, sobre todo, a los intereses de agencias nacionales que organizan los viajes y «sólo buscan su beneficio económico». A saber. La incógnita queda sin despejar.
Las historias de Abdoulaye y Alí, por contra, no tienen lagunas. Ellos abandonaron su país por sus propios medios hace ocho y doce meses respectivamente. El primero en un cayuco que varó en la playa de La Tejita, al sur de Tenerife, y el segundo en avión, tras el pago de 8.000 euros a la mafia. Se les aplicó la legislación anterior -salvo «formalidades burocráticas» no es muy distinta a la actual, aclaran en Interior- y a estas alturas no tienen más que palabras de agradecimiento. «Yo creo que los dos se creen que están en otro planeta», describe con acierto David Cedeño, presidente del Colectivo de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales de Málaga. Allí es donde vive Alí, mientras que Abdoulaye está echando raíces en Canarias. Seguro que les sobran razones para considerarse afortunados.
Para empezar, porque el número de asilados que acoge España ha menguado drásticamente: en 2008 se registraron 4.516 solicitudes -un 41% menos que en 2007 - y ni la mitad se admitieron a trámite. Como colofón de la caída en picado, apenas el 2,91 % recibió una respuesta afirmativa. Es decir, sólo se concedió el estatuto de asilado a 151 personas (al margen de 126 concesiones de protección complementaria).
Nada que ver con Francia, donde se gestionaron unas 36.000 peticiones y se otorgó la condición de refugiado al 40 %. Y qué decir de Finlandia y Holanda que, con 3.860 y 9.780 peticiones, ampararon al 87% y 52% de los interesados. A la vista de los datos de Eurostat, España se codea con los farolillos rojos que menos solicitudes aprueban: Grecia no llega ni al 1% y Eslovenia ronda el 3%. «Esto tiene varias lecturas. Ahora bien, yo no dejaría de destacar una en particular: a veces se tiende a identificar refugiado con inmigrante y, claro, eso también endurece las restricciones», lamenta Alfredo Abad, secretario general de CEAR.
¿Hace falta haber sufrido prisión?
Por lo visto, se pretende evitar a toda costa que la vía del asilo se convierta en un coladero que permita asentarse en España a nigerianos, colombianos, marfileños, somalíes, argelinos... que no se ajustan al cien por cien a los requisitos legales. Son ellos los que, de un tiempo a esta parte, están llamando con más insistencia a nuestras puertas porque alegan persecución en su tierra natal. «Queda claro que su situación es muy distinta a la de los inmigrantes al uso. En su caso, corren serio peligro», enfatiza Abad. Es más, según consta en la normativa vigente, bastaría sufrir 'un fundado temor' para tener derecho a refugio en España. Otra cosa es que, a veces, la prueba de esa amenaza no siempre resulte ni sencilla ni tan siquiera exigible.
Un ejemplo: si todavía no se han llegado a padecer coacciones por ser gay en un Estado donde esta orientación se condena con la muerte, ¿cómo se demuestra que efectivamente eres homosexual? En este tipo de supuestos, es habitual acreditarlo con el compromiso social o la militancia en alguna agrupación del país de origen, pero, claro, por seguir con un supuesto tan real como la vida misma: ¿quién se atrevería a fundar una asociación de gays y lesbianas en Irán?
«¡Imposible! Allí te pueden ahorcar por eso. Muchas de las ejecuciones son públicas y hasta se pueden ver por televisión», cuenta Alí, desde la sede del Colectivo de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales de Málaga. Apenas lleva un año en España pero ya habla castellano por los codos con un ligero acento andaluz. Y, valga la paradoja, cuando huyó de Irán ni se le pasaba por la cabeza aterrizar en nuestro país... «Pagué a la mafia para salir de allí como fuera, me daba igual el destino. Después de pasar por la cárcel, después de que me torturaran... Yo quería irme, nada más». Fue una redada en una fiesta de gays la que dio con sus huesos en el calabozo. Nada más llegar a Barajas y solicitar asilo, ni se le ocurrió apelar a su condición de homosexual. Estaba atenazado por el miedo. Fue más tarde, en un albergue malagueño de CEAR, donde gracias al apoyo de una psicóloga se ataron cabos y se reconstruyó su historia. Hasta entonces, no había soltado prenda y, ni muchísimo menos, había asomado la cabeza fuera del armario.
Ahora no es raro verlo en los bares de ambiente de La Nogalera, 'meca' de los homosexuales de Andalucía. Se ha encontrado a sí mismo. Tiene 36 años y, por fin, puede respirar tranquilo. «Eso sí, mi familia todavía ni sabe que soy gay. Yo les dije que me iba de Irán porque había perdido mi trabajo», explica Alí tranquilamente. Se nota que está acostumbrado a fingir. No lo puede evitar. «Eso es algo que le da mucha pena. Cuando hablamos sobre su pasado, más de una vez se ha quejado del tiempo perdido... Los años de sufrimiento, oscuridad y clandestinidad nadie te los devuelve», reflexiona David Cedeño, presidente del Colectivo de Gays de Málaga.
Abdoulaye, en cambio, lo tenía imposible para escurrir el bulto. Este joven de 22 años, vendedor de accesorios de teléfonos móviles en las calles de Bamako, ha dejado atrás toda una vida marcada por el odio y la superstición. «Terrible, terrible. En Malí, hay gente que nos corta trozos del cuerpo para usarlos en rituales... Pero aquí puedo vivir en paz. ¡Mi sueño es traer a mis otros dos hermanos albinos!». No hay quien le pare. Como dice su abogada, Rocío Cuéllar, «esta gente nace de nuevo y eso les da una fuerza increíble». Lógico. Aquí se dan cuenta de que el mundo es ancho y, gran novedad para ellos, ¡también es libre!