Sobre la Navidad
Empieza el solsticio de invierno, quedando atrás las tardes oscuras y los amaneceres lentos
Actualizado: GuardarPara los que hemos nacido en Occidente, católicos, protestantes o ateos, la Navidad es una fiesta que marca -más o menos- el solsticio de invierno, a partir del cual los días comienzan a ser un poco más largos. Lejos van quedando las tardes oscuras y los amaneceres lentos, y el gozo que sentimos es una anticipación del renacer de toda la Naturaleza, de todos nosotros, como si se nos diera la opción de recuperar el tiempo perdido que, llenos de entusiasmo, decidimos dedicar a partir de ahora a todo lo que teníamos olvidado. Y es natural que lo celebremos.
Conozco una familia numerosa que lleva años celebrando la Navidad de una manera menos agobiante que la que nos exige el consumo exacerbado. Porque comprobaron que al llegar la hora de recibir regalos estaban todos derrengados y ni siquiera el cava y el jamón les hacían salir de un estado de ánimo rayano en la depresión. Además, habían tomado conciencia de que el crecimiento constante que exigía ese desenfrenado consumo no producía la felicidad anunciada y que, de seguir así, acabaríamos agotando los recursos de la Tierra. Y decidieron aportar su grano de arena al retraso de la muerte del planeta.
Dejaron de regalarse objetos todos a todos. Y lo consiguieron con un sorteo: a cada cual le tocaba un destinatario al que se hacía el regalo en nombre de todos los demás. Pero el gasto no era libre. En 1999, cuando comenzaron, habían puesto el límite de 5.000 pesetas. Pero del mismo modo que con el cambio a la moneda única en 2002 un periódico pasó de 100 pesetas a un euro (por no dar más que un ejemplo), ellos aumentaron el gasto hasta los 50 euros, que aunque era casi el doble parecía mucho menos. Así, poco a poco fueron subiendo la cuota hasta alcanzar hoy, tras varios años de euro, la cantidad de 80, que ya comienza a tener mejor aspecto de regalo navideño y que este año, por lo de la crisis, no ha sufrido variación ninguna.
Así que cada participante no gasta más que esos 80 euros, lo cual supone un fuerte ahorro, porque el otro regalo que también se adjudicaba por sorteo y que bautizaron con el nombre de 'aportación' no puede costar nada en absoluto. Consiste en hurgar en la imaginación, la destreza, o en los objetos que uno tiene en su casa, para encontrar o crear un obsequio que sorprenda y guste al que le ha tocado en suerte. Decidieron también no envolver los regalos en papeles de colorines ni atarlos con cintas y bolas, sino utilizar las bolsas de papel de tiendas que guardan con cuidado con este objeto. Es fácil de comprender que llegue la hora de los regalos y les pille descansados, descargados, felices y sin agujeros en los bolsillos.
Sin que nos oigan los defensores del brutal liberalismo que pretende solucionar la crisis con el consumo, ¡un buen ejemplo a imitar! En cualquier caso espero que hayáis pasado una Feliz Navidad.