PONEOS LAS PILAS
Mientras el vino de Jerez es el gran desconocido, los jerezanos se quedan en paro
Actualizado: GuardarCon la sana intención de enviar unas botellas de vino de Jerez a unos familiares que residen en determinada ciudad de Castilla, por aquello de remarcar el espíritu navideño propio de las fechas, un familiar de este cronista se trasladó hace unos días a determinado centro comercial de la ciudad -cuyo nombre obviaré por evidentes razones-, que ha debido rechazar el pedido al no constarle referencia alguna de vino jerezano en el centro comercial que dicha cadena posee en la ciudad castellana. Y, aunque finalmente el entuerto ha podido subsanarse enviando las botellas a través de una empresa de mensajería, con el riesgo evidente que ello implica -pues cualquier volantazo del conductor puede lograr que las botellas pasen a mejor vida-, la experiencia vivida da paso a la presente columna que, a pocos días de finalizar este horrible año 2009, quiere hacer un llamado a todos los ciudadanos de esta comarca, para que nos pongamos las pilas en defensa de ese producto único que ha hecho a Jerez de la Frontera una ciudad diferente.
Ignoro cuál será la experiencia personal de cada uno de ustedes, mas este cronista, habitual bebedor de vino de Jerez, no logra consumar su afición una vez que se aleja treinta o cuarenta kilómetros de su ciudad . En localidades tan ligadas a Jerez como algunas serranas -Villamartín, Grazalema o El Bosque- localizar un bar donde vendan vino de Jerez es una experiencia que llega a ser traumática. Y, si casualmente hallan una rareza que cuente en sus vitrinas con caldos jerezanos, limítense a pedir algún oloroso, tal vez un cream o, a lo más, un Pedro Ximenez. Vinos como los amontillados, los palo cortados, los raya, incluso los propios finos o manzanillas, no existen una vez se abandonan los dominios de Guadalcacin.
Y, si ello ocurre en plena provincia gaditana, para qué les voy a contar la experiencia en otras provincias andaluzas y, peor aún, de Despeñaperros para arriba donde el vino de Jerez es como un brillante de muchos quilates: casi todo el mundo sabe que existe pero nadie lo ha visto, y mucho menos tenido entre las propias manos.
La ciudad de Jerez se desangra y en ello creo no hace falta insistir. Acabaremos este año con una cifra cercana a los treinta mil parados, con una ausencia casi total de tejido industrial, máxime ahora que se nos ha evaporado la fábrica de botellas, sin nuevas obras en marcha salvo aquellas que a duras penas se están intentando terminar, y sin ninguna alegría económica en el horizonte jerezano, salvando la inversión sueca que nos traerá Ikea para abril. Comprenderán que con estas mimbres resulta muy complicado tejer cestas y en esas estamos cuando llega el momento de ponernos las pilas, mirar hacia atrás y volver a confiar en ese producto que nos ha hecho ciudad universal.
Hoy domingo si salen a tomar unas tapas, olviden las cervezas y copeen con vino de Jerez. El próximo fin de año cuando las campanas señalen un nuevo año, releguen el champán y brinden con un buen oloroso abocado, un gran Pedro Ximenez o uno de los enormes vinos cream que da nuestra tierra. Entre todos, a poco que nos esforcemos, podremos volver a dar al Jerez el sitio que se merece, consciente de que una subida en sus ventas implicará el inmediato despegue de la ciudad. Y si no terminan de creerme, analicen la experiencia de los vinos de Rueda, denominación en la que poco más de cinco bodegueros emprendedores, han logrado en pocos años que el Rueda suene en las vinotecas de todo el mundo, en las que tristemente hace años desapareció el Jerez.
Mientras tal realidad se consuma, Felices Fiestas que, como no podría ser de otra forma, les deseo levantando mi copa de vino de Jerez.