Contra el cinismo
Actualizado: GuardarEl desprestigio de la política, de las instituciones es tal que resulta sospechoso ponerse de parte de ellas. Sin embargo, no hay alternativa. Desentenderse, o parar el mundo y bajarse, ese viejo sueño contracultural, dan como resultado sólo y exclusivamente menor control, mayor corrupción, y de nuevo, más descrédito de la gestión pública.
La pescadilla se muerde la cola. Pero igual que los fluidos tienden a ocupar los espacios, el de la gobernanza se llenará, sea de oro líquido o sea de aguas negras. Conseguir que no suceda así puede que constituya la nueva frontera de la lucha por la democracia que nos toca a los ciudadanos en esta década que comienza: 20-10, una bonita cifra, apropiada para juegos gráficos. No se puede ser cínico, que decía Kapuscinski en el punto número uno de sus lecciones magistrales de periodismo. No se puede fomentar el fatalismo y la desesperanza, para luego llevárselo calentito;no es decente denostarlo todo sin ofrecer alternativas, desde una cómoda butaca.
Sabemos que pasada la transición, la paulatina retirada de los desencantados fue dejando paso a una nueva hornada de «profesionales», advenedizos, aprendices de brujo, que incluso no tuvieron la inteligencia suficiente como para disimular su nueva prosperidad, y así vimos y seguimos viendo espectáculos de una desvergüenza asombrosa o situaciones de tal gravedad que comprometen el futuro del país que dicen defender. Pienso, por ejemplo, en la situación de muchos ayuntamientos, con plantillas infladas a base de votos cautivos, que ahora no pueden pagar y amenazan con arrastrar, uno a uno, a proveedores, empresas, trabajadores, a una quiebra de consecuencias incalculables.
El panorama es poco alentador, sin duda. Pero también hay causas justas y si me apuran son más necesarias ahora que la llama del prestigio social de la cosa pública parpadea tan débil. En este sentido, merece la pena observar la batalla que el Consejo Económico y Social ha planteado por el parque tecnológico de Las Aletas.
La decisión de gente con intereses muy diversos -empresarios, sindicatos, Junta, Diputación - de aparcar sus diferencias y sacar adelante el que consideran que es la gran esperanza de creación de empleo y de atracción de nuevas fábricas a la Bahía configura un escenario de pacto tan inusual como reclamado por los ciudadanos, que ya saben que el enfrentamiento no les va a solucionar nada, sino que constituye un fin en sí mismo, la justificación de los políticos y la manera más usual de ocultar su inoperancia. Los partidos han de alinearse ahora. El PP ha mostrado reticencias y debe clarificar su posición, más allá de las críticas legítimas a la gestión del ya largo proceso. Si no se suma, dejará cojo el consenso y, además, todo el escenario libre para el PSOE, que espera frotándose las manos un paso en falso de sus rivales.
Habrá que ver también cómo se comportan los ayuntamientos de la Bahía, mientras se producen movimientos sospechosos para trasladar el parque a otro término municipal, donde estarían comprándose terrenos a toda velocidad. Veremos.