En busca de caja perdida
Actualizado: GuardarEl abogado del presidente balear don Jaume Matas, que merece toda su confianza, pero nada más que la suya, anda buscando una caja. Se supone que el recipiente guarda dinero aunque quizá no en la misma proporción que lo hospedó. ¿Dónde está el dinero de la caja fuerte?, ¿dónde está el dinero de tantas cajas fuertes españolas y también de otras más débiles? En eso consiste precisamente el milagro español: en seguir resistiendo a pesar de la cantidad de golfos de levita que cambian las cosas de sitio.
Después de varios registros urgentes, el último ordenado por el juez la misma mañana de Nochebuena, la pasta no aparece, pero como tampoco aparece la caja, no se puede hablar siquiera de «el rastro de la huida».
Nos habían contado que las tres cosas más difíciles de ocultar son la tos, el fuego y el amor, exceptuado el dinero. Al que tiene un dinero reciente y más inexplicable se le nota hasta en la manera de andar y quizá por eso no le detienen casi nunca. Tiene que tratarse de un ratero a domicilio, con antifaz y un manojo de llaves, como suelen ir ataviados en los tebeos, para que infundan ligeras sospechas, pero a los ladrones de despacho no les identifica casi nadie. Las personas de su entorno o bien los aman o bien temen quemarse las manos o bien optan por disimular con una leve tosecilla. Así que quedan invalidadas las delatoras gestiones de la tos, del fuego y del amor.
Su majestad el Rey, que Dios guarde hasta que merezcamos ser republicanos, ha aludido a la poca vergüenza que nos gastamos en la vida política. Y en la empresarial parece que también (véase el terrible episodio de Air Comet y el gran patrón Díaz Ferrán). Lo del Rey ha sido un tirón de orejas, pero como hay tantos pollinos no sabemos quiénes se darán por aludidos.