Janeth Beltrán, nacida en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), lleva seis años en Jerez y trabaja como camarera en una cervecería de la calle Larga. :: CRISTÓBAL
Jerez

El rostro de los nuevos jerezanos

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El olor de los fritos y el api se expande desde la cocina por toda la casa. Es lo que meriendan Tatiana, Patricia y Janeth cuando se reúnen. Los fritos, una especie de buñuelos rellenos de queso, y el delicioso té de maíz morado con canela acompaña a estas tres amigas en las tardes de invierno, igual que hace algunos años lo hacían en su país de origen, Bolivia. Son tres mujeres que han dejado al otro lado del Atlántico a hijos, padres, hermanos, amigos, trabajo y hogar en busca de un futuro diferente al que tenían asignado y han recalado en Jerez, donde los bolivianos son mayoría entre la comunidad inmigrante.

Alrededor de 6.000 personas que viven en Jerez nacieron a miles de kilómetros de distancia y hoy forman parte de la sociedad jerezana, pasean por la calle Larga, disfrutan del flamenco pero, sobre todo, trabajan duro para ganarse la vida y mejorar la de los suyos. Como Tatiana, Janeth y Patricia hay otros mil bolivianos más, muchas de ellas mujeres, que sirven cervezas en los bares, atienden a los abuelos, cuidan a los niños o trabajan en peluquerías y comercios. «Yo no me he sentido discriminada en Jerez. He tenido suerte y me he topado con gente buena. También creo que hay que saber dar para poder recibir», asegura Janeth que, como sus amigas, no puede evitar que las lágrimas asomen a sus ojos cuando hace el esfuerzo de contar los motivos que la llevaron a tomar un avión y aterrizar en Barajas.

Cada una tuvo su punto de inflexión, ese pellizco definitivo que las hizo decidirse a cambiar el rumbo a pesar del temor a lo desconocido y, sobre todo, a saberse lejos de los suyos. A Janeth Beltrán le cerraron la universidad en la que estudiaba su licenciatura en Actividad Física cuando había completado los tres primeros años: «Fue un golpe muy duro para mí porque no tenía el soporte de una familia. ¿Qué pintaba ya allí?», recuerda. Aunque había soñado con Estados Unidos por su afición al béisbol (formó parte de la selección), la oportunidad de viajar hasta España, en concreto, a San Fernando, se le presentó como una casualidad a través de unos conocidos que ya tenían a parientes trabajando aquí. «No era consciente de que venía a España. Llegué en diciembre, cuando en Bolivia es pleno verano, y venía en pantalón corto y camiseta. No sabía que aquí era invierno».

Eso fue a finales de 2003. Hoy Janeth vive en Jerez, trabaja en una conocida cervecería del centro y aún no sabe si se quedará en la ciudad o volverá a cambiar. «Pienso que estoy bien. Vaya adonde vaya voy a estar bien».

Pero, como para la práctica totalidad de los inmigrantes, los primeros años no han sido fáciles. Janeth fue detenida y se le abrió un expediente de expulsión de España porque no tenía papeles, era ilegal. Eso fue hace tres años. Su constancia y su determinación hicieron que, a la tercera vez de presentar la solicitud, se regularizara su situación. «Yo no estuve ilegal porque quería. No tenía la culpa», dice.

En cifras

Casi 600 bolivianos de entre 20 y 40 años viven en Jerez, según los datos que maneja el Ayuntamiento. En total, superan el millar. Por mayoría aplastante, son las mujeres las que dominan este colectivo. Hace unos años que el perfil de los inmigrantes que deciden quedarse en la ciudad ha cambiado y los marroquíes han pasado a ser los segundos en número con más de 550 personas. El podio lo completa Colombia, con más de 400 representantes en Jerez.

En sólo dos años -entre 2006 y 2008- la población inmigrante boliviana aumentó en Jerez en casi 300 personas más. Los ciudadanos procedentes de Marruecos también han experimentado un considerable aumento con respecto a 2004, sobre todo, en mujeres y niños, lo que se debe, según la Delegación de Políticas Sociales y del Mayor, a la reagrupación familiar.

Los jerezanos también han recibido a representantes de nacionalidades que nunca habían tenido presencia en la ciudad hasta hace bien poco. Así, a partir de 2007 viven en Jerez nueve personas de Bangladesh, siete serbios, cuatro de Serbia y Montenegro y dos libaneses. También hay personas procedentes de Etiopía, Israel, Macedonia, Omán y Togo.

«Bolivia padece una crisis económica bastante profunda y lo normal es que los emigrantes vayan a donde ya hay otros compatriotas», asegura el director de Ceain, Francisco Morales. El responsable corrobora lo que evidencian los datos: «Son las mujeres las que vienen primero. Ellas sustentan a la familia, la reagrupan aquí si ya tienen una propia o forman aquí la suya».

Según Ceain, la población inmigrante se ha triplicado en los últimos cinco años aunque en Jerez es menos visible que en grandes capitales como Madrid. «Muchas mujeres trabajan en el sector doméstico. También hay inmigrantes en la hostelería y en el comercio ambulante y el pequeño establecimiento», indicó Morales. El principal reto ahora es «avanzar en la igualdad de oportunidades en el mercado laboral y en formación. Un tercio de los inmigrantes son universitarios y otro tercio tiene los estudios de Secundaria. Es un perfil muy parecido a la población autóctona pero ellos tienen que empezar de cero porque no se les homologan sus títulos», aseguró.

Un futuro para los hijos

Tatiana Sandoval mira una y otra vez las fotos de su marido y sus cuatro hijos, las tres chicas mayores y el pequeño. Vecina de toda la vida de Janeth en Santa Cruz de la Sierra, al este de Bolivia, su amiga ha sido y sigue siendo su gran apoyo en Jerez. «Las mujeres somos más lanzadas. Yo busco un futuro mejor para mis hijos, que están estudiando. Soy maestra de arte y mi esposo no tenía trabajo. Llegué a España el último día que se podía entrar con pasaporte», dice mientras intenta que la tristeza no se le agolpe en la garganta.

Tatiana, que lleva casi tres años en Jerez y trabaja al cuidado de una persona mayor, tiene claro que quiere volver pronto a casa aunque asegura que aquí la han tratado bien. «Me gusta mucho el pulpo a la gallega, el menudo y el puchero. También me gusta el clima y el flamenco y estoy aprendiendo a bailar sevillanas». Lo más difícil para ella, obviamente, es «estar lejos de la familia».

Patricia Aguilar tiene perfectamente contabilizado el tiempo que lleva en Jerez: «Cinco años y dos meses». Ha conocido a Tatiana y Janeth aquí, porque ella es de Cochabamba aunque ha vivido mucho tiempo en La Paz. «Cuando pensé en viajar a España se me pusieron los vellos de punta. Me vine a la aventura y no conocía a nadie», asegura. Al día siguiente de aterrizar en España, ya estaba trabajando como empleada de hogar.

Después de varios trabajos que duraron poco tiempo, está en una casa con niños desde hace cuatro años. «Yo sí me he sentido discriminada. Son detalles que una ve», asegura. Patricia tiene ya los billetes -de ida y vuelta, «por si acaso»- para ir a su país en febrero.

La joven viene de una familia numerosa, de muchos hermanos, y nota que la vida en su país «es más cercana». Aunque duda un poco, cree que volvería a embarcarse en esta experiencia de nuevo: «La verdad es que me imaginaba que España sería más moderna y eso me decepcionó. Hay muchas calles estrechitas y antiguas», indica.

Las Leonas de Jerez

Además de su origen, a estas tres mujeres las une su afición por el deporte. Junto a otras quince compatriotas forman un equipo de fútbol 7 bautizado como las Leonas de Jerez «por la garra que le ponemos», ríen. «El equipo de fútbol es un punto de encuentro. Hemos invitado a mujeres españolas a jugar pero todavía creen que es cosa de hombres», dice Janeth, acostumbrada en su país a practicar muchos deportes. «Motiva mucho», dicen las mujeres, que utilizan también el deporte para liberar tensiones y olvidar por unos momentos las preocupaciones cotidianas. Tienen ya varios trofeos en sus estanterías.

El año pasado celebraron un campeonato que repetirán el 10 de abril en Chapín, gracias a la colaboración de instituciones como Ceain. «Queremos que a través del deporte, haya más integración entre inmigrantes y autóctonos», aseguran. En Bolivia es normal que personas de todas las edades practiquen deporte a diario: baloncesto, fútbol o béisbol, sobre todo.

La crisis

«Hay inmigrantes que han regresado a sus países por la crisis pero son una minoría», asegura Francisco Morales, desde Ceain. La mayoría de los extranjeros ha preferido permanecer en Jerez porque «la situación en sus lugares de origen es aún peor».

Desde Ceain insisten en que «los inmigrantes han contribuido a la bonanza económica y si ahora les corresponde cobrar el desempleo están en su derecho». La crisis económica si se está notado más en las reagrupaciones familiares. «No es un buen momento y se está conteniendo», indica Morales.

La crisis hace crecer los temores y «se suele pensar que lo que viene de fuera es una amenaza pero no es así -dice el responsable- porque los inmigrantes no son los causantes de la situación». En este contexto económico, Ceain critica la nueva ley de extranjería: «Se le ha dado una mala dirección al aumentar las sanciones y las limitaciones, por ejemplo, de reagrupación familiar. Se ha establecido la edad de 65 años para reagrupar a los padres cuando no se ha tenido en cuenta que la esperanza de vida de muchos países es menor».