Indonesios encienden antorchas en Banda Aceh, para conmemorar las víctimas del tsunami que hace cinco años mató más de ciento cincuenta mil personas en la ciudad./ Efe
ANIVERSARIO

Cinco años después del tsunami

Cerca de 226.500 personas murieron en la docena de países del océano Índico a los que éste llegó con fuerza tras el maremoto registrado al oeste de Sumatra

YAKARTA Actualizado: Guardar
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El barco parece pertenecer al barrio, donde fue arrastrado - kilómetros tierra adentro - hace cinco años, cuando un terremoto originó el peor tsunami conocido por la humanidad. Guías locales en Banda Aceh escoltan a los turistas por el PLTD Apung I de 2.600 toneladas, recordando aquella soleada mañana del domingo 26 de diciembre de 2004, cuando la tierra tembló durante casi 10 minutos.

Mientras la población huía de sus casas y en todos lados se vivían escenas de pánico, olas más altas que las palmeras y tan rápidas como un avión chocaban contra el extremo occidental de la isla de Sumatra, en Indonesia, y en otras zonas bañadas por el océano Indico, provocando la muerte de al menos 226.000 personas.

El ex secretario de Estado de Estados Unidos Colin Powell, al sobrevolar Banda Aceh en enero de 2005, dijo que la ciudad parecía como si "acabara de haber sido atacada por una bomba nuclear. Completamente arrasada". De hecho, el terremoto de 9,15 grados, el segundo más potente registrado jamás, golpeó con una fuerza igual a 1.500 bombas atómicas de Hiroshima.

Hace cuatro años, el barco parecía un espectáculo de terror en medio de los escombros, que llegaban tan lejos como los ojos alcanzaban a ver. Los supervivientes se apiñaban en tiendas al cuidado de organizaciones de caridad. Ahora, la vista desde la cubierta superior del barco es de nuevos barrios construidos con parte de los 6.700 millones de dólares que fueron invertidos en Aceh. Niños juegan en columpios en el Parque Educativo Tsunami junto a él.

"Diría que a fin de cuentas nos reconstruimos mejor, y creo que están mejor situados para enfrentarse al futuro", dijo en una entrevista en Nueva York el ex presidente estadounidense Bill Clinton, enviado especial de la ONU para la campaña de recuperación tras el tsunami.

Un arco iris se extiende en un cielo azulado entre el barco y un nuevo museo en forma de barco de cuatro pisos y un valor de 7,2 millones de dólares, que se inauguró hace días. No se ve un solo rastro del terremoto o del tsunami, y puede verse que ha mejorado realmente las cosas en Aceh, si bien las apariencias a veces pueden ser engañosas. Todo el mundo está impresionado con las carreteras, las oficinas, las escuelas y las mezquitas que se han construido, aunque no tanta gente parece contenta con sus casas, sin importar lo bonitas que parezcan.

Un país reconstruido de la nada

El Gobierno probó esa nueva política después de un devastador terremoto cerca de Yogyakarta en 2006, dando subsidios directos a los desplazados que conocían los patrones que debían seguir para reconstruir sus casas. Los sondeos mostraron un alto nivel de satisfacción con los resultados, aún cuando la calidad de las construcciones era dudosa.

La Cruz Roja de Turquía construyó cientos de casas con bellos jardines en la ciudad costera de Lampuuk, donde el tsunami alcanzó su mayor entrada en tierra: unos 7 kilómetros, hasta que dio con empinadas laderas que mostraban marcas de olas de 10 metros de altura.

Los ex presidentes de Estados Unidos Bill Clinton y George H. W. Bush acudieron al lugar y recaudaron dinero para la ciudad, cuya única estructura que quedó en pie fue la mezquita Baiturrahim, de 125 años de antigüedad. Ese día, una larga fila de camiones de carga serpenteaba por la calle principal, rebautizada "la calle Bill Clinton/George Bush", construyendo nuevas carreteras para una ciudad con nuevas oficinas, una escuela, una clínica, un almacén y una tienda de regalos.

A la gente del lugar parece irle mucho mejor que a la de la mayoría de las zonas que visité en Indonesia. Pero si bien los restos físicos han sido retirados, las ruinas emocionales perduran para algunos. En una tradicional cafetería junto al camino, un puñado de jóvenes se sienten un poco "perdidos". Casi ninguno de ellos tiene trabajo ni está casado. El tsunami mató a una cantidad desproporcionada de mujeres, pocas de las cuales sabía nadar y a las que estorbaban los sarong que llevaban puestos, y quienes inútilmente trataron de aferrarse a las manos de sus hijos mientras huían de las olas.

"Sin trabajo. Sin mujeres, sin llorar", dice Andi Rahman, de 30 años. "¿Conoces esa canción de Bob Marley? Los grupos asistenciales ayudaron a construir casas, y el Gobierno nos ha dado capacitación laboral, pero nadie está trayendo mujeres para que nos ayuden", asegura el hombre, con una sonrisa.